Uno de los temas centrales en política
es la relación entre medios y fines ¿Es válido usar medios cuestionables para
el logro de un fin político que se considera válido? Imagino que esta pregunta
vive de forma permanente en quienes hacen o piensan en política. No sé si para
la filosofía política esta interrogante está saldada. No creo. Es una pregunta
cuya respuesta depende del momento y de la situación en que se hace, y quién la
haga.
“El fin justifica los medios”,
gana la carrera a la hora de responderla en la opinión pública. No estoy en ese grupo, sino en otro:
“son los medios los que justifican los fines”.
Medios lícitos legitiman un fin
como válido, y aportan lo que considero fundamental en política: la idea de límites.
Con demarcaciones, se puede generar una dinámica entre actores políticos que es
tensa, pero que construye tejido político y alimenta los criterios de una
sociedad para juzgar la acción de sus políticos, sin el “todo vale”. Sin
límites no hay noción para delimitar lo bueno o lo malo. La libertad tiene una
cara de límites que la hacen tangible, en el sentido de evaluarla, de no
hacerla neutra o indiferente ante una situación.
Por ejemplo, como psicólogo
social, sigo el debate que hay ahora en la psicología de los EUA sobre el manual
de la CIA para los “interrogatorios”, revelado al público por el Senado de los
EUA en diciembre de 2014.
¿Y qué tiene que ver la
psicología con esto? Resulta que dos psicólogos desarrollaron el manual para
los “interrogatorios” de la CIA, a partir de un experimento famoso en
psicología social de la década de los 60: la desesperanza aprendida.
A partir del estudio pionero iniciado
por Martin Seligman –cuando Seligman se enteró que su estudio fue base para
desarrollar el “manual”, envió un claro comunicado de rechazo a estos
profesionales y sus prácticas- los dos psicólogos contratados por la CIA
teorizaron que si se promovían condiciones para la desesperanza aprendida en
los detenidos, los “interrogatorios” fluirían mejor ¿Y cómo se hace eso? Por
ejemplo, no dejar dormir a un detenido en una condición de “no escape”. La
“teoría del manual” asume que aprenderá la desesperanza y luego, no ofrecerá
resistencia al “interrogatorio”.
Los profesionales fueron
contratados por 181 millones de dólares para hacer el “manual”, y cobraron 81
millones de dólares, porque la administración Obama detuvo el “experimento”
¿181 millones justifican un “manual para interrogatorios”? ¿“Interrogar” a un
detenido en una condición de desesperanza aprendida, hace el fin justificable?
Los memos del Departamento de
Justicia y la Casa Blanca abordaron este asunto ¿Cuándo una tortura se justifica? Y,
en consecuencia, los mensajes plantearon el asunto escabroso ¿Qué entender por
tortura?
Los dos psicólogos están
tranquilos. Uno, en redes sociales, colocó que se dedica al kayac y actividades
al aire libre. No parece tener disonancia cognitiva por sus ideas y actos, y explica
sus acciones porque los “fines” –la lucha contra el terrorismo en la emergencia
del 9/11- “justificaron los medios”.
¿Es aceptable lo que hicieron los
profesionales del comportamiento? Tal vez desde la perspectiva del “fin
justifica los medios”, sí. Había que detener los ataques terroristas o sus
amenazas, en un país en shock luego de los agresiones a las torres gemelas y al
pentágono en septiembre de 2001. El fin –prevenir embestidas terroristas- “justificó”
el uso de ese medio -“un manual para interrogatorios”- además, fundamentado
conceptualmente con un estudio de larga tradición en psicología social (en mis
clases, por ejemplo, explico el estudio).
En cambio, desde la perspectiva
“son los medios los que justifican los fines”, no se valida. Medios no
legítimos no justifican el fin, aunque sea sentido por la sociedad -en estudios
de opinión en EUA, la tortura tiene importante apoyo de la opinión pública- la
protección ante clear and present dangers. Si no ¿Cómo explicar la reacción en contra, si en los estudios de opinión la tortura goza de simpatías en el público norteamericano?
Para la cuenta del par de psicólogos, el informe del Senado
norteamericano mostró que los suplicios no generaron información valiosa para
luchar contra el terrorismo ¿El “fin justificó los medios”?
Esta introducción, porque comento
tres casos en los que identifico la lógica de “el fin justifica los medios”, que resultan –en mi opinión- golpes bajos.
El primero, el más conocido, la
reunión en febrero de 2015 de funcionarios del gobierno de Maduro con
representantes de empresas españolas en Venezuela, para –de acuerdo a diversas
versiones de medios- amenazarlos con expropiar sus negocios, si no presionan a los
impresos españoles –ABC y El País- críticos hacia el gobierno de Maduro.
Cualquier político o gobierno no
puede tener la piel delicada. Un gobierno no se pertenece a sí mismo. Un
político no tiene vida privada. Su vida –o de cualquier persona pública- ya no
le pertenece, aunque la reclame para sí y para su familia. Es de la sociedad, y
debe asumir que será estimada, reconocida, distorsionada, juzgada, valorada, o
cuestionada ¿Qué debe aguantar todo lo que se dice sobre la persona o gobierno?
No, pero hay vías para responder a los excesos de los medios, y amenazar no es
uno de ellos. Y menos “por debajo de cuerda”.
La crítica, así no guste, es
necesaria en una democracia, y sana para cualquier gobierno o partido. Amenazar
para prevenirla, no es un medio válido. Más bien, comunica un estilo
pendenciero y gansteril.
Leí un tuit que sugería cuál
sería el titular producto de la reunión, “Empresas españolas presionan a ABC y a El País, para que no critiquen al gobierno de Venezuela”.
Un titular que comunica un golpe
bajo. Presionar a otros para que hagan el “trabajo sucio” que el gobierno no
quiere o no puede hacer.
Cosas así no se hacen, a pesar
que la línea editorial de un medio no agrade. Por ejemplo, no me simpatiza la
línea editorial de ABC. Me parece que es parte importante del juego de los
poderes fácticos, en la estrategia de producir una crisis política en Venezuela
para la esperada por algunos, “transición”.
En años previos, fui contactado
por ABC para entrevistas. La última vez fue el 23-1-12, y decidí no
aceptar la entrevista, pero de allí a validar la acción de amenaza contra ese periódico para
callarlo, no estoy de acuerdo.
El gobierno pudo optar por la
respuesta directa al impreso para responder a lo que considera son “infamias”, pero no amenazar.
Que Calixto Ortega haya declarado
para desmentir las amenazas a las compañías de España, indica que el gobierno
sabe que una acción así es un golpe bajo. Ortega –según nota en Aporrea de
fecha 19-2-15- dijo que es “falso de toda falsedad” la información, y que en la
reunión, le dieron a los empresarios fotocopias de las notas publicadas, como
“pruebas”, para ver si las compañías, “tratan de hacer algún aporte”.
Según Ortega, los impresos
cuestionados por el gobierno han escrito el equivalente a 900 cuartillas de
“falsedades e infamias”.
Un escenario para el gobierno
¿Cuál sería su reacción si aparece una noticia en los siguientes términos? “Vicepresidente
de los EUA se reunió con directiva de Citgo para amenazarlos con expropiarlos
si no presionan a Telesur para que cambie su cobertura crítica sobre el
gobierno de los EUA”. O en términos de lo dicho por Ortega, “Vicepresidente de
los EUA entregó a directiva de Citgo carpeta con fotocopias de falsedades e
infamias de Telesur contra el gobierno de los EUA, para ver si Citgo puede
hacer algún aporte”.
El gobierno tiene derecho a
defenderse, por supuesto, pero debe hacerlo cara a cara, con contra-argumentos
que muestren su punto, pero no usando una práctica bastante cuestionable por lo
ruin y cobarde que significa.
El segundo caso es con Empresas
Polar. No debe ser un secreto para nadie que Polar, como todos en este país,
cada quien en su área; pasa trabajo. En este blog he escrito sobre las señales
de agotamiento que se observan en esta compañía. Indicadores que todos podemos
exhibir, porque a todos la situación económica nos afecta, de una u otra
manera. Polar no es la excepción, y aunque la publicidad de esta empresa la
vende como una corporación perfecta, sabemos que Polar no lo puede todo, a
pesar que aporta muchísimo a Venezuela. No es inmune a la crisis económica.
Parte de los problemas que tiene
la organización del oso es el hostigamiento del gobierno. El día 7-2-15, en
nota de prensa publicada en el portal de Polar, se informó que 10 camiones de
esta empresa fueron detenidos por la GN, de los cuales 6 fueron llevados a una
distribuidora de alimentos de la Gobernación de Barinas.
En una respuesta tan débil como
la dada por Ortega para el caso de los impresos españoles, el Secretario de
Gobierno de Barinas, Antonio Albarrán –en nota de Globovisión el día 8-2-15- explicó
que la toma de alimentos como tal no ocurrió, sino que algunos productos que llevaban los
camiones ya Polar los había vendido a comercios de Barinas, y ellos solo los
tomaron para “redistribuirlos”, pero ya no eran de Polar, sino habían sido comprados previamente por otros.
Volvamos a los escenarios, y
hagamos uno con la lógica de Albarrán. En el portal de VTV aparece una nota así, “Marina de los Estados Unidos desvió 6
tanqueros petroleros venezolanos, porque el petróleo ya había sido vendido a
refinerías de EUA, pero ante las amenazas del ISIS, el gobierno norteamericano
va a ‘redistribuir’ el petróleo de los tanqueros, para atender la emergencia”
¿Cómo hubiese reaccionado el gobierno de Maduro?
La acción contra Polar es una forma de golpe bajo que
alimenta la construcción negativa que el discurso del gobierno hace de Polar.
Mejor hubiera sido comprarle directamente a la empresa los productos, y
“redistribuirlos” si es el caso, antes que hostigarla o ponerla a pasar trabajo
solo porque es Polar. No es necesario humillar o poner en tensión a una persona
o grupo, para el logro de un fin. No "lo justifica". Un medio no humillante sí.
El tercer caso es un golpe bajo
contra Venezuela: el dibujo del caricaturista colombiano Vladoo. No cuestiono
su derecho a usar la libertad de expresión o a mostrar las dificultades que
vivimos en Venezuela. Es el derecho que le brinda la libertad de expresión.
Pero también uso esa libertad para expresar mi desacuerdo a que lo haga
caricaturizando los símbolos de un país en términos que degradan.
No sé si por la influencia del
tiempo en las FAN, pero “la patria primero” y sus símbolos en lugar preferente.
Hay muchas maneras para comunicar lo que pasa en Venezuela de forma dura,
crítica –hace falta crítica en el país, ya que Venezuea es una “república de
amigos” en "ambos bandos"- pero sin tocar lo que forma parte de nuestra identidad de forma
deshonrosa.
Es como si a un caricaturista se
le ocurriera, para dibujar la realidad del narcotráfico en Colombia, sustituir
el cóndor de los Andes que adorna el escudo de la hermana república, por la
“virgen de los sicarios”; y el cuerno, en vez de dar oro, vierte “polvo
blanco”. Creo que esto –con sobrada razón- molestaría a los colombianos, pero se
pudiera decir para justificarlo ¿Acaso Pablo Escobar fue un invento, una
mentira, o un guión de Tom Clancy para una película con Harrison Ford?
No soy caricaturista o humorista, pero jamás se
me ocurriría hacer algo así al pueblo hermano de Colombia, porque una descalificación lleva a otra, y a otra, y a otra....hasta que se desata la agresión, que pudo prevenirse con más responsabilidad y menos golpes bajos.
Vladdo ha hecho caricaturas
críticas hacia el gobierno y hacia Maduro, pero con la que hizo con el escudo
de Venezuela, se le pasó la mano y le faltó visión, porque jugar con el escudo
de Venezuela en un momento en que la tensión entre los dos países puede subir y
algunos empujan aires nacionalistas para calentar los prejuicios que hay entre
nuestros países, no pudiera decirse que es una acción inteligente, a pesar de
la fama de sagaces que tienen los caricaturistas. Con ese dibujo, Vladdo mostró
cualquier cosa menos sagacidad, lucidez, o agudeza.
Un Maquiavelo mal leído y una
real politik mal digerida, ganan espacio en la política de Venezuela. La idea
que “todo vale” para lograr un objetivo goza de buena salud en nuestra
sociedad, a pesar que ideas así explican en parte por qué la política, los
políticos, y los poderes fácticos de cualquier naturaleza, reciben amplio
descrédito en Venezuela y en el mundo, y parece que no se dan cuenta.
En parte se debe a que la idea de
límites –lo que da su razón de ser a la democracia- la hemos perdido.
¿Estos
tres casos no sugieren que es momento para recuperar esa idea?
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