Aparecen nuevos estudios de opinión. Es importante analizarlos porque la
opinión en Venezuela se basa mucho en lo que se dice en redes sociales. Si bien
es una opinión importante porque comunica un clima del estado de la sociedad,
se han descuidado los estudios de opinión pública porque las firmas
encuestadoras y quienes analizamos sus datos hemos perdido su prestigio al no
acertar en elecciones recientes, o se les percibe como parte de grupos para
promover determinadas políticas. Por ejemplo, Datanálisis se vincula a Torino,
y esta firma a Falcón; y Meganálisis al grupo de María C. Machado, por ejemplo.
Sin embargo, si bien las encuestas se han equivocado con frecuencia y
sus directores no han explicado por qué los yerros, un punto a favor de los
guarismos de opinión es que son representativos de la población venezolana. En
teoría, si están bien hechos, así debe opinar en promedio acerca de un tema
determinado, cualquier venezolano mayor de 18 años. Por eso es importante
estudiarlas. Más allá del clima de opinión en redes sociales –que es importante
como se dijo, pero no el único como parece- ¿Qué opina el venezolano acerca de
lo que le ocurre y lo que pasa país?
Se hicieron públicos dos estudios de opinión pública.
El primero, es el Estudio de las Condiciones de Vida (Encovi), patrocinado por tres
universidades: la USB, la UCAB, y la UCV. Como su nombre lo dice, aborda las
condiciones de vida de las personas ¿Cómo evalúa sus condiciones de vida en
diferentes áreas?
El estudio se hace desde 2014. Para este año, las entrevistas se
realizaron entre julio y septiembre, con un total de 5.959 entrevistas.
El segundo estudio es el realizado por la firma Delphos que es un estudio normal de opinión pública que mide
diferentes temas. El campo fue entre el 22 de octubre al 2 de noviembre de
2018, con un total de 1.200 entrevistas.
El estudio de Delphos confirma
una conclusión que tengo luego de leer varios estudios de opinión: que hay una
despolarización del país. Un 27,7% apoya al gobierno, un 31,4% a la oposición,
y un 40,8% no se identifica con alguno de los dos grupos. El 28-9-18 los
valores fueron: 29,3% 32,1% y 38,8% respectivamente. Hay cierta estabilidad en
la auto definición política, con una discreta subida de los No identificados.
Esta despolarización en el tiempo da pie a bosquejar mi hipótesis sobre
la “normalización” y estabilización de la crisis de Venezuela. La disminución
de la identidad con el gobierno y con la oposición, puede ser porque la opinión
es más realista o más humilde en sus expectativas. Aunque quiere un cambio de
gobierno, y existe una disposición a activarse (un 42% consideró “conveniente”
convocar acciones de calle), posiblemente todavía se está en la etapa en que
las personas procesan, elaboran lo que ocurre en Venezuela, lo que sugiere que
habrá un despertar en algún momento, pero no luce que sea ahora.
Por ejemplo, un 60% quiere que “surja un buen líder fuera del chavismo”
pero….¿se hará el trabajo político para tenerlo? Y es aquí donde aparecen
ciertas contradicciones en la opinión pública que pueden apoyar la hipótesis de
la “normalización” de la crisis.
Dos datos de entrada. Un 69,1% opinó que su responsabilidad personal en
los problemas el país, es ninguna o poca. Un 38,7% consideró que puede ocurrir
un cambio de gobierno en Venezuela durante los próximos 12 meses, y un 36,9%
que no ocurrirá. Si se mide la intensidad en que ese cambio es posible, un
41,8% opinó “nada posible” y un 29,2% que es “posible”. Se ve posible un cambio
de gobierno, pero no hay mucha convicción en que ocurrirá. Esto puede estar
asociado a otra interesante pregunta ¿Qué hacer en lo personal frente a la
situación política? Un 25,4% expresó que “quedarse tranquilo y adaptarse”, un
34% “luchar sin correr muchos riesgos”, un 33% “luchar asumiendo los riesgos”,
y un 7,5% “buscar la manera de irse del país”. Si se suman los que dicen
adaptarse y luchar sin mayores riesgos, totalizan 59,4 por ciento. Uno de cada
3 quiere dar la pelea con los riesgos que implica. Esto puede estar vinculado
con otro dato relevante ¿Qué hacer? Cuando se preguntó “¿Cuáles acciones deben tomar los ciudadanos para cambiar
su situación?” Las tres primeras menciones fueron Votar 61,3% Protestar 34,4% y
Armarse para luchar 17,1% Pero cuando se interroga sobre lo que la persona estaría dispuesta a hacer Votar pasó a
60,2% Protestar a 24,5% y Armarse para luchar a 11,5% Entre el deber ser y lo
que la persona haría, protestar bajó 9,9% y Armarse para luchar cayó 5,6%
mientras votar bajó 1,1 por ciento. La buena noticia es que el voto mantiene su
centro como recurso para lograr el cambio político. La mala noticia, es que no
se sabe si el voto se asume como conformismo –es la opción menos riesgosa- o la
opinión pública ponderó que los métodos de lucha subversivos no funcionaron, y
regresa al voto. Esto puede ser, porque al preguntar “cómo preferiría que se
diera el cambio de gobierno”, un 48,8% afirmó elecciones frente al 16,6% de las
alternativas subversivas (golpe, explosión social, intervención militar).
Complementa que un 72,2 afirmó que un “nuevo gobierno” debe elegirse por elecciones.
Puede ser que la “normalización” de la crisis no sea conformismo, sino
saber llevar la crisis, tal vez por los fracasos que la oposición tiene hasta
ahora. Si esto es correcto, la “normalización” es una prueba de madurez de las
personas, y estaría más acorde a la idea que caracteriza al venezolano, al
menos recientemente: espera una elección clave para “echar la vaina”. Así fue
con Pérez Jiménez en 1952 y 1957, así fue con AD-Copei en 1998, con Chávez en
2007, y con Maduro en 2015. El gran punto para la oposición sería, entonces
¿Cómo llegar a esa elección crítica?
Los datos de Encovi revelan
una situación de crisis relativamente estable entre 2017 y 2018, salvo en
educación, empleo, y migración. Luce que lo peor pasó durante 2015-2016, pero
ahora la crisis se estabiliza, y lo que se percibe ahora es una situación de
precariedad en las condiciones de vida dentro de una “normalidad” que es de
crisis. Por ejemplo, subió la no asistencia a clases por fallas en el
transporte. La gente siente que sus condiciones son más precarias y se siente
menos protegida ante un ambiente rudo, que se mantiene estable en su dureza.
Por ejemplo, los hogares pobres “apenas” subieron dos puntos entre 2017 y 2018,
al pasar de 46% al 48% Se dice “apenas”, si se contrasta con los pronósticos de
inflación, como el del FMI que vaticina una subida de precios de 1.300.000 por ciento ¿No deberían ser más de dos puntos con una inflación que sobrepasa el millón por ciento? En cambio, la dimensión Estándar de vida pasó de 39% en
2017 a 43% en 2018, lo que apoya la idea que los hogares pobres no crecieron
mucho, pero sí la precariedad dentro de la pobreza, lo que es grave.
La gente “metabolizó” la crisis, y como todavía hay “salida” –migrar-
los que se quedan “lo toman con calma”. Pudiera decirse que la crisis se
estabilizó. Es un dato importante porque el “esto no aguanta más”
–objetivamente es así- se vive subjetivamente de otra forma, con sus
implicaciones en la política
Si la hipótesis planteada es cierta ¿Cuáles pueden ser las consecuencias
políticas, tanto para el país, el gobierno y la oposición?
Es importante aclarar que cuando se dice “normalizar” no significa que
las personas estén bien, o que vean todo “normal”. Lo que se afirma es que la
intensidad de la crisis se estabilizó, pero existe y es precaria en una
situación que es estable. Soy pobre, pero dentro de mi pobreza, aumentó la
vulnerabilidad.
Esto puede tener muchas consecuencias.
La primera, es que las personas se adapten de forma pasiva a la
realidad, y sus expectativas bajen. Ya no es salir de la pobreza, sino no ser
un “pobre precario”. Tal vez esto pueda explicar lo que halló Encovi sobre la presencia de los Claps.
En 2017, un 69,2% reportó tener carné de la patria y recibir la caja del Clap.
En 2018, la cifra subió a 87,9% Es decir, la caja y el carné llegan a casi la
totalidad de los hogares de Venezuela. Una consecuencia es que aunque el
gobierno no guste, hay conformismo. La crisis se puede llevar, con dureza, pero
se lleva. Esto pudiera explicar la “tranquilidad” que se observa en el país, si
se contrasta con Francia, donde hay protestas por el aumento de los combustibles,
por ejemplo. Esta es una consecuencia pesimista: la sociedad se conforma y no
tiene ganas de luchar.
Otra consecuencia es la optimista. En los números de Delphos, la crisis también se “normaliza”, pero parece que el ciudadano está en un proceso de reflexión, de análisis; posiblemente de evaluar qué ocurre y cómo lo afecta. No lo expresa porque reflexiona y porque no están los canales políticos para hacerlo. Es decir, si aparecen los canales políticos, es probable que el ciudadano se motive a cambiar las cosas. Hoy no parece ser el caso. Venezuela vive un reflujo, luego de años convulsos. Si esta “calma” será duradera en el tiempo, o un momento que dará paso al flujo -“la calma chicha”- es lo que puede ser el objeto de la “reflexión popular” en estos momentos.
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