Todo el poder para Maduro



Los resultados del IV Congreso del PSUV no distan mucho de la entrada que escribí con fecha 19-7-18 titulada ¿Hacia las tendencias en el PSUV? como pronóstico a lo que podría ocurrir en el encuentro. Este transcurrió de acuerdo a lo planteado en esa entrada: uno, comunicar fuerza, unidad, cohesión tanto para el público doméstico y externo. Dos –aquí el pronóstico no fue tan acertado- la manifestación de corrientes de opinión que pudieran cuajar en tendencias reconocidas informalmente por el PSUV. Esto no sucedió como preví, aunque las diferencias se manifestaron y fueron reconocidas por Maduro y Cabello. Dos razones para esto. La primera, subestimé que para la política venezolana –y tal vez en otros países, por una nota que leí sobre el nuevo Secretario del PP de España, Pablo Casado- hablar de tendencias es como hablar de Boves: el terror. Confunden tendencias con facciones, pero esa confusión es la que está instalada en el pensamiento político venezolano simbolizado en la famosa frase de Bolívar –“Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión…”- como algo negativo, disolvente de la política, tanto en la oposición como en el gobierno, por la experiencia que vivieron los partidos cuando aceptaron tendencias: un proceso de fragmentación y debilitamiento. De manera que, “de eso no se habla”.

Lo segundo –más importante- el contexto que vive el gobierno. Un ambiente de crisis en muchas áreas –la económica principalmente- y la frase de Bernal no fue ociosa, “Estamos incluso perdiendo gobernabilidad”. Esta frase refleja tres cosas que ocurren en el gobierno. 

El gobierno toma nota de las protestas y las críticas internas. Las asume. La reunión de Maduro con los campesinos el día 2-8-18 es un ejemplo de esto. La marcha se había construido como una donde el gobierno y los campesinos estaban enfrentados, pero los primeros llegaron a Caracas y fueron recibidos por Maduro y Cabello. José Vicente Rangel redondeó este punto en su columna del 30-7-18 al escribir que, Para el chavismo existe un dilema o asume la crítica con motivo de los problemas que existen, o le regala a la oposición el rol de liderizarla. Ese espacio hay que asumirlo con seriedad y audacia”. El gobierno escogió la primera, y trabaja fuertemente, con la organización de sus movimientos sociales desde el PSUV y el Estado. Incluso, la ANC busca legitimarse desde la base al asumir, por ejemplo, la marcha de los campesinos y la afirmación de Cabello que, “la ANC se va para la calle”.

Un aparte. La forma que toma la conflictividad social venezolana puede ser interesante, en tanto abandona la lucha existencial por una agonal, y se va a la calle, pero de otra manera. Ese escenario –si tiene base mi observación del conflicto social- lo llamo “Pugnacidad pulseaita” porque los grupos llevan su conflicto sin violencia pero con pugnacidad, y ahora la lucha es por la representación del conflicto. De aquí que la lógica que sigue la AN sea correcta, en tanto el “campo de batalla” parece será representar a grupos en su conflictividad social. El gobierno ya lo asume, pero la oposición comenzó primero desde la AN.

Dos, el gobierno tomó la decisión política de abordar los desajustes económicos. Cabello lo expresó al decir, “Una vez lograda la paz, ahora vamos a derrotar la violencia especulativa”. 

La última, es que el gobierno crea un contexto previo para las medidas que tomará –que comenzaron con la anulación de la ley de ilícitos cambiarios por parte de la ANC el día 2-8-18- que considero tenderán hacia una tímida apertura (en mis escenarios, es el primero, y se llama “Escenario gomecista con tímidas reformas”). En un ambiente así –una “pérdida de gobernabilidad” para usar la expresión de Bernal- Maduro y Cabello se saltaron la elección por la base, y todo el poder para decidir la directiva del PSUV, quedó en manos de Maduro. Algo como un “Estado de excepción partidista”, la “la dictadura excepcional” porque el gobierno tomará medidas económicas en un ambiente de conflictividad social que busca atajar antes. Si será lo de siempre, “mucho ruido y pocas nueces” o algo más sólido, es lo que se verá próximamente, y que requiere otro análisis que no corresponde a esta entrada.
   
Escuché las intervenciones durante la instalación del Congreso. Todas dentro de lo esperado. Cabello, hablando de la importancia del partido. Adán Chávez, resaltando la ideología. Elías Jaua, los documentos que serían sometidos a las mesas de trabajo. Al menos en público, Jaua no tocó el tema de la elección de la directiva por la base, que trató en sus artículos y declaraciones.

El resultado político del IV Congreso del PSUV es que Maduro salió fortalecido, como se expresó arriba. Luce que cerró su alianza con Cabello para hacer frente a los “críticos endógenos”, y tener fuerza para abordar un ambiente social adverso para el gobierno. Maduro fue ratificado Presidente del PSUV, y Cabello Primer Vicepresidente. Un hombre de Maduro, Eduardo Piñate, también fue ratificado en la Secretaría de la Presidencia del PSUV. A Maduro, el Congreso lo facultó para nombrar la directiva del PSUV. Dijo que el Congreso no fue “para vernos las heridas o buscar diferencias donde no existen”, y Cabello expresó que la ANC no “es para oponerse al gobierno”. Cabello y Maduro en tándem –“los dos ligaditos”, también se vio en la reunión con los campesinos el día 2-8-18- y esta dupla fue muy aplaudida en el acto de cierre del Congreso, y también en el acto con los campesinos. Posiblemente, la alianza Maduro-Cabello logró el beneplácito de los críticos, porque éstos tampoco fueron desechados (salvo que los hayan presionado o amenazado con algún “expediente” que les tengan). Jaua se mantiene en su posición dentro del PSUV, y Faría estuvo en el presidium cuando Maduro aceptó la Presidencia del PSUV. De manera que “todo el poder para Maduro”, y éste avanza en la construcción de su propia estructura de poder, ahora con el PSUV. Tiene la pata del Estado en general, la del TSJ, la del “poder moral”, la de las FAN, la de la ANC, y ahora la del PSUV. 

Esto puede explicar su propuesta bastante ambiciosa para su estilo –el “estilo Maduro”- y que haya comenzado por el censo del transporte. Un incentivo muy poderoso para sumar a personas –todo en Venezuela se mueve con el combustible, y la gasolina es el gran igualador y democratizador de las clases sociales en Venezuela; una bomba de gasolina es un “leveler” en nuestra cultura- y le permite ganar tiempo para pensar y desplegar otras medidas, al tener a la sociedad “ocupada y debatiendo” sobre el censo, mientras al mismo tiempo obtiene información de esa sociedad. Claro, no “hay puntada sin dedal” en esto. Con los campesinos, Maduro propuso un “gran congreso” campesino y obrero, para “unificar movimientos”, que es su gran aspiración: la sociedad organizada por el Estado.
  
Maduro parece consciente del poder que tiene y busca diluirlo vicariamente en el “congreso a puertas abiertas”, pero también esto es parte del “estilo Maduro”: lo corporativo como dirección política –por cierto, se volvió a hablar de la “dirección político militar”- con grupos internos que interactúan, pero que no llegan al conflicto. No está claro si lo acordado políticamente es una relación Primus inter pares, parecida a la lógica de Guzmán Blanco y Joaquín Crespo: Maduro y Cabello como los primeros caudillos, pero caudillos al fin y al cabo como los otros, que serán la nueva dirección del PSUV. Tal vez por esto los críticos como Jaua o Faría, no tuvieron la resonancia en el Congreso. Posiblemente porque sus opiniones serán procesadas en ese “gran consejo de jefes del PSUV”, no desechadas, y son reconocidos como figuras en ese “gran consejo político”. 

El día 30-7-18 Maduro dejó ver algo así –igualmente en el acto con los campesinos el 2-8-18- al hablar que el error de la “vieja izquierda” de la que él formó parte, fue el sectarismo, el haber aplastado a las voces disidentes. La crítica endógena, entonces, puede asumir un carácter corporativo y procesado por la alianza Maduro-Cabello, sin que signifique rupturas o “fracturas en la coalición dominante”.

Se puede pensar que, una vez obtenido el poder del PSUV, Maduro se sienta más seguro –como lo revela en sus discursos- para adelantar cambios en la economía, cuya naturaleza o capacidad para hacerlo requiere otro análisis que escapa a esta entrada. Esto tiene un caveat: el gobierno busca retomar la ofensiva política, y el foco será lo económico. Esto puede hacer que el tema de los revocatorios a diputados y el referendo de la constitución se prorroguen en su realización, aunque la consulta para la constitución Maduro se hará. Cabello indicó que la ANC puede durar, “uno, dos, tres o 4 años”, con lo que el tema político puede retrasarse para ver si el gobierno aborda la gestión, con la meta de tener mejores condiciones políticas para elecciones que tengan peso para decidir la hegemonía que busca el gobierno: la AN y el referéndum para la constitución Maduro. 

En las intervenciones de Maduro del día 28-7-18 y el cierre del día 30-7-18, está lo central del Congreso del PSUV, pero me referiré a la del 30, donde Maduro condensó más su planteamiento.

La intervención del 30-7-18 mostró la lógica del gobierno, para lo cual el Congreso sirvió de plataforma, de legitimador de una línea política que llamo “Enseriar el autoritarismo”. Desde que habló del 25 al 31 de julio, este tema ha sido una constante de Maduro, de forma indirecta, junto a temas que ya son tradicionales en él -la organización de la sociedad desde el Estado, lo que llama el “binomio Estado-partido”, al que se agregan los movimientos sociales- porque el gobierno, como se dijo, ya asume la crisis y las críticas. 

Con ladrones como los que hay en el gobierno de Maduro, no es posible un autoritarismo. Esto no quiere decir que no haya corrupción en los autoritarismos que hoy son modelo para el gobierno –China, Cuba, Rusia, y Turquía- porque tienen corrupción y son grupos que controlan rentas, pero comunican seriedad y una formalidad que no tiene el autoritarismo venezolano. En cuanto a la forma, impresionan esos autoritarismos, si se contrastan con los problemas que se observan en las democracias liberales, algunos propios de la democracia, pero el incordio en el cual muchos países liberales están, revela sistemas políticos agotados. No así las “presidencias imperiales” de Xi, Putin, o Erdogan. Incluso, el autoritarismo de Cuba, que es más cercano a nuestra cultura, más caribeño, el congreso que eligió a Díaz Canel mostró una formalidad del poder que no se observa en Venezuela, cuyos actos parecen más templetes políticos que demostraciones de “seriedad autoritaria”. Me da la impresión que Maduro llegó a la conclusión que si quiere que su autoritarismo perdure, debe enseriarse. También pienso que estos países autoritarios le dijeron palabras más, palabras menos, “Si quieres ser respetado como autoritario, debes enseriarte. Con los ladrones que tienes en PDVSA, por ejemplo, no te vamos a respetar ni a prestar dinero”.

De manera que esto es lo central del IV Congreso del PSUV: Maduro recibió “plenos poderes” para enseriar su autoritarismo, y comenzará con lo económico, que es donde está el conflicto social. Y comienza con apoyos, porque ese es el “estilo Maduro”. Valida todo en asambleas –“¿Están de acuerdo? ¡Aprobado!”- lo que no significa que él no tome decisiones. Las toma, pero no es la persona que asuma decisiones que puedan salir del dogma como las económicas, y para socializar el costo, compromete al partido y, poco a poco, a los movimientos sociales del chavismo.

“Todo el poder para los soviets”, perdón, para Maduro, ante la inminente “rebelión en la granja”. Es la conclusión más precisa que observo del IV Congreso del PSUV.

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