El diálogo, otra vez






El tema del diálogo en Venezuela vuelve a plantearse. Los llamados no se hacen desde adentro, sino desde afuera. Países, políticos, y organizaciones, emplazan a que se converse. Juan Manuel Santos se ofreció como mediador, “si las partes lo solicitan”.

Tanto Roy Daza del PSUV como Jesús Torrealba de la MUD, le dieron “la bienvenida” a la oferta de Santos –también me incluyo en la “bienvenida” a la posibilidad de dialogar- pero…..¿Es posible el diálogo en los actuales momentos, luego del fracasado intento de abril de 2014?

No lo veo posible hoy. Dialogar no es solo que los dialogantes tengan la voluntad para hacerlo, sino que existan una condiciones y quienes se sienten en la mesa, tengan capacidades políticas, de recursos, éticas, o de poder.

No noto en estos momentos, ni disposición ni capacidades tanto en el gobierno como en la Unidad para hablar.

Si ya no lo es, Venezuela será no solo un “caso de estudio” sobre cómo se malgastan sucesivas bonanzas petroleras sin construir capacidades para producir un excedente de forma permanente; sino cómo unas elites optaron por la destrucción de un país, en una guerra de desgaste, en la cual la sociedad paga los platos rotos; literalmente para quedar en “sangre, sudor, y lágrimas”. Parafraseando al escritor Angel Bernado Viso, “El suicidio de un país” (y agregaría, un “suicidio por cuotas”; muy venezolano, por supuesto).

Para dialogar hay que tener “con qué”, y eso también escasea en los posibles dialogantes. Por cuotas, han ido quemando las naves y se encallejonan, y con ellos, encallejonan al país, y regresa nuevamente el escenario de la lucha existencial, no agonal.

Veamos desde los principales protagonistas por qué hoy es difícil o imposible retomar el diálogo.

Comencemos con el gobierno.

Comparto con el gobierno la afirmación que lo quieren tumbar, no ahora, sino desde que comenzó en 2013. La ingenua tesis que muerto Chávez, el chavismo se derrumbaría. Esta tesis, si se quiere silvestre –sería “algo natural”- se transformó en planes unos más, otros menos organizados para tumbar a Maduro, impulsados por poderes fácticos, dueños de la franquicia de “Sacar presidentes” que inició en los 80, y a veces –más, últimamente- arrastran a parte de la sociedad en sus opiniones y a cierta dirigencia política, irresponsable y frívola.

Lo que no comparto con el gobierno es su reacción represiva, causada seguramente por la “cognición revolucionaria” que construye todo en términos de amigos-enemigos, lo que resulta en un pensamiento totalizante, categorizante, y con tendencia a la paranoia, a estimular las llamadas “teorías conspirativas”, las que ya prendieron –y gozan de muy buena salud- en la sociedad venezolana, y no para su bien.

El gobierno tiene un punto a su favor cuando interpela con lo siguiente ¿Debe dejarse derrocar para probar que es democrático? –Maquiavelo para dummies- pero……¿el fin justifica los medios que usa? (la interpelación en contrario para interpelar al gobierno también es válida ¿Es democrático por no dejarse derrocar?).

Un ejemplo. En su programa Con el mazo dando del día 25-2-15, Cabello condenó y expresó sus condolencias por el asesinato del joven Roa por un PNB en San Cristóbal el día 24-2-15. Hasta aquí todo bien, pero de repente, Cabello dijo que era “muy sospechosa” la actuación del policía y que llevara una escopeta la que, de acuerdo a Cabello, no estaba autorizado a portar ¿Qué sugiere Cabello? ¿Qué el policía fue “el medio” para atizar una conspiración contra el gobierno de Maduro? Es lo que pensé luego de escuchar su "teoría".

Y así son las “teorías conspirativas”. Remolinos de prejuicios, de mecanismos psicológicos de negación y evasión, y sesgos de confirmación, que arrastran todo, por lo que no hay límites. Cualquier cosa es peligrosa. Si Maduro no está, es porque fue a Cuba a seguir “instrucciones de Raúl Castro”. O la palabra “transición” se interpreta como la “señal” para un golpe de Estado.

De modo que la represión intensifica las “teorías conspirativas”, y éstas justifican la represión, y al final, la profecía que se auto realiza: la conspiración se cumple, forzada por un clima represivo, y toda la sociedad atrapada en ella, por lo que la represión se refuerza más, junto a más “conspiraciones”, necesarias para justificar la represión, y así sucesivamente. Una bola de nieve que no se detiene hasta la destrucción total, las llamadas “guerras sucias”, o las purgas de corte soviético. Una verdadera dinámica endemoniada.

Así interpreto las palabras de “Pepe” Mujica del día 26-2-15, dirigidas a mi modo de ver al gobierno de Maduro, a modo de alerta: hoy es más fácil “desestabilizar de forma inteligente” –la acción de poderes fácticos- a un gobierno para que “incurra en estupideces” –la represión- y “hacerlo entrar” –“las teorías conspirativas”- y el resultado puede ser “un golpe de militares de izquierda” (en esto, Mujica acierta, no será de “derecha”; si ocurre no será para que el poder pase a poderes fácticos o a la oposición. Los civiles creen que las FAN son tres generales que conocen y saber “quién es quién” allí con el cuento de “las promociones”. Es algo más que eso, y esto puede explicar por qué con frecuencia los civiles son ligeros a la hora de pensar y hablar sobre las FAN).

El resultado de todo lo anterior es que el gobierno puso un listón muy alto para dialogar, que eleva el costo para la oposición en este momento.

Por un lado, Maduro demanda el deslinde de la oposición como condición para hablar, lo que ya hace imposible conversar ¿Es Maduro el facultado para solicitar un deslinde en la oposición?

Imaginemos el siguiente escenario: la oposición hace caso a Maduro y deslinda. Maduro dirá algo como, “Ahora sí voy a dialogar, se deslastraron de golpistas y pelucones, etc, etc, etc”. Bien. Llegó el día del diálogo –fijado por Maduro- la oposición va y Maduro –percibe que fue él quien logró el deslinde- ahora pide otra cosa: “¿No sería bueno un deslinde completo? dice. Ahora, hay que marcar distancia con el imperio porque quiere sacar del camino a gobiernos progresistas de la región, y entorpecerá este diálogo porque son los dueños del circo de los pelucones” ¿Qué hará la oposición? ¿Lo complace o no lo complace? (aquí puede entrar el famoso “árbol de decisiones” del profesor Humberto Njaim, para construir las opciones probables).

Lo que posiblemente perciba el país sea una “oposición a la medida del gobierno”, con lo que el diálogo perderá fuerza y autoridad desde el comienzo. Fracasará en algún momento o será un diálogo no entre iguales, sino entre un gobierno poderoso y una oposición “a la medida”. Y una "oposición a la medida" ¿Es oposición?

La detención de Ledezma aumentó el costo para la oposición, aunque puede ser una jugada “maquiavélica” del gobierno para cohesionar su público frente a la estigmatizada “cuarta república”; Ledezma “es el único sobreviviente de la cuarta república”, dijo Maduro en su programa del martes 24-2-15.

La “destitución” de la alcaldesa de Guasdalito, Lumay Barreto –quien enfrentó todo tipo de adversidades y ganó la alcaldía en diciembre de 2013- es otro motivo que subió el costo para dialogar a la oposición.

Finalmente, las acusaciones contra Julio Borges. En redes sociales, la corriente de los “burda e’zumbaos”, los “arrechos” de la oposición, construyen a Borges como alguien proclive al diálogo. Si es así, esta acción del gobierno también incrementó el costo de sentarse para la oposición. Muchas personas pueden razonar así, “Si eso hacen con Borges, quien es proclive al diálogo ¿Qué quedará para el resto?”.

En resumen, pienso que el gobierno aumentó el costo de entrada para hacer imposible que la oposición vaya a un diálogo en estos momentos.

Veamos ahora la oposición.

El punto para la oposición es ¿Quién va a ir en su representación, cuando hay dos modos para hacer oposición dentro de la Unidad, y con qué va a dialogar?

No había que esperar a que “Pepe” Mujica dijera lo que es evidente, al menos en mi cuenta, desde 2012: que hay “dos oposiciones” que, en nuestro país, hoy se conocen como “salidistas” y “no salidistas”.

Si van a dialogar “los salidistas”, seguramente será para pedir la renuncia de Maduro, con lo que el diálogo será un destello.

Si van los “no salidistas”, su problema será si podrán resistir los cuestionamientos del público opositor que no cree en el diálogo y de los poderes fácticos, los que tampoco lo quieren, sino una capitulación o rendición “del régimen”.

Mi opinión es que los “no salidistas” no podrían con un clima de opinión adverso al diálogo; no podrían con el editorial o alguna mancheta de cualquier medio, ni tampoco con las columnas de opinión de ciertas “firmas” que criticarían el diálogo. En consecuencia, las conversaciones arrancarían, pero luego se estancarían.

¿Cómo hacer viable la posibilidad para dialogar?

No veo otra vía sino la elección a la AN para medir las magnitudes políticas de cada organización. Es lo que hoy no sabemos. Ni siquiera las encuestas se conocen como antes –algunos argumentan que el gobierno amenaza a los encuestadores para que no digan sus datos, porque son adversos a Maduro y a su gobierno- por lo que tenemos números incompletos y muchas veces de tercera o cuarta fuentes, guarismos muy manoseados, sin tabulados para chequear las cifras que se dan como ciertas.

En cambio, sí hay mucho ruido y matrices de opinión para impulsar determinados grupos o corrientes de opinión que parecieran son la opinión de todo el país, pero tal vez no lo sean, pero en ausencia de otras fuentes para contrastar las matrices de opinión, éstas quedan como la opinión pública de Venezuela.

Por ejemplo ¿La disidencia del chavismo es tan fuerte como la presentan ciertos medios impresos?

Si nos atenemos a las matrices de opinión, sí. Si vemos los resultados de algún proxy, como la elección a la FCU de la UCV, no. Un grupo disidente muy sonado en medios impresos quedó de sexto lugar de ocho movimientos, bastante abajo del grupo afín al oficialismo, el cual llegó de tercero.

¿El discurso que plantea que la calle es la vía para salir del gobierno, representa a todo el país? Si leemos las redes sociales y las matrices de opinión, sí. Si buscamos un proxy como la elección a las FCU de universidades, no. Han ganado movimientos con un discurso más moderado, sin renunciar a la calle, a pesar que no contaron con el favor de las matrices de opinión o las redes sociales.

Estoy viendo algunas encuestas de circuitos, y para mi sorpresa –eso indica que uno se dejó atrapar por el clima de opinión de “fin de mundo”- no solo cerca de 9 de cada 10 opinan que las elecciones a la AN son importantes, sino que los motivos que ofrecen para votar no son polarizadores (por ejemplo, sacar a Maduro o profundizar la “revolución”), sino apuntan a una AN de trabajo y cambio.

Pero lo que acabo de escribir son conjeturas. Las FCU son una parte del país, no el país. Son 87 circuitos, y no unos pocos ¿Realmente dónde está la opinión de Venezuela en términos de magnitudes políticas? La respuesta más fiable la ofrece una elección, y sus resultados permitirán tener un “con qué” para plantear la posibilidad para dialogar entre iguales.

No es lo mismo considerar conversar con un apoyo electoral mayoritario o minoritario pero amplio, que hacerlo sobre la base de unas matrices de opinión que no sabemos a quién o a quiénes representa.

En enero de 2014, la oposición tenía “con qué”, pero lo perdió durante 2014, y su principal tarea es recuperarlo para poder definir una política de calle o de organización (en la que creo más, y menos en la calle).

Pero aquí viene el gran problema: algunos actores con poder o que influencian en “ambos bandos” ¿Querrán unas elecciones?

Mi respuesta es no. Ya hay sectores que viven del conflicto político, por lo que no tienen interés en una elección que los mida, y pueda poner al descubierto que son una minoría –como creo que son- y no los grandes factores que las matrices de opinión nos dicen que son (y que creemos que son).

Entre los motivos que tuve para estudiar ciencias políticas, fue tener las ideas para entender por qué los países entran en crisis. Me llevó a estudiar psicología social, tener los conocimientos para comprender por qué las personas y grupos deciden desgraciarse su vida. Después de pensar mucho en ese tema, la respuesta es sorprendentemente simple: porque les da la gana. Se entra en una crisis por irresponsabilidad y frivolidad, y no se quiere salir de una crisis por orgullo e intereses que se crean. Tan simple como eso.

En “El amanecer de la historia universal”, Raymon Aron sugiere que el cinismo y desencanto en los que estaba la sociedad francesa, hizo posible que Hitler se adueñara de ese país. Julián Marías en su ensayo “La Guerra Civil ¿Cómo pudo ocurrir?” apunta que la Guerra Civil española resultó de una mezcla de irresponsabilidad, frivolidad, y pereza para hallar soluciones a los problemas.

Me temo que en Venezuela estamos en un clima similar de flojera, frivolidad, e irresponsabilidad, que se ha construido en el tiempo.

A veces a mis alumnos, les comento que para mí, el último año de paz que tuvo Venezuela fue 1985 –aunque ya para 1982 tenía dudas; estaba en las FAN, y en octubre de ese año ocurrió la llamada “masacre de Cantaura”; conocer sobre ese caso me puso a pensar mucho acerca de la calidad moral del liderazgo político venezolano y acerca de la misión y el uso de la fuerza por parte de las FAN, en ese entonces; el tema de la agresión del Estado es un tema central para mi, seguramente influido por una lectura de muchacho, “Se llamaba SN” de José Vicente Abreu- porque luego de 1985, percibí “algo raro” en el ambiente; una suerte de clima de degradación progresiva con violencia creciente, que generó en mi lo que puedo llamar una “angustia por la paz”, que me acompaña desde 1985.

Cuando en los libros estudié cómo países entraron en procesos de crisis política, me preguntaba por qué les era tan difícil salir de ellas. Nunca tuve una respuesta precisa, solo conjeturas. Ahora, que me toca vivir en carne propia la crisis política de mi país, tengo una respuesta. Por fin, después de casi 20 años de pensar sobre eso una y otra vez, tengo algo.

Ese algo que tengo también es simple: si una crisis se resuelve, los perdedores son actores concretos, mientras que los ganadores son indiferenciados, una "masa" que no tiene dolientes directos.

Si la crisis de Siria, por ejemplo, se resuelve, gana la sociedad siria, pero decir “sociedad siria” es afirmar muchas cosas, en cambio los perdedores son concretos: grupos armados que controlan territorios, vendedores de armas, militares que se lucran o controlan el tráfico de armas, contrabandistas, vendedores en el mercado negro, torturadores, escuadrones de la muerte, grupos extremistas, gobiernos que usan la crisis para sus fines; es decir, actores concretos, “de carne y hueso”, los que son construidos por los media en roles activos y no pasivos.

Por ejemplo, el framing de las noticias sobre Siria coloca en modo activo a grupos y al gobierno de ese país, pero la sociedad es mostrada en modo pasivo, como víctima o receptora; “El drama de los refugiados sirios”, “La desnutrición de los niños de Siria”, o “El drama de las madres en Siria”. El rol de víctimas, pero ¿Quién habla por la sociedad, por esa categoría que no es concreta, que no es solo víctima o receptor, a diferencia de los voceros del gobierno o grupos insurgentes sirios, que sí tienen voz (y también salida, a la manera de Hirschman)?

De manera que los incentivos apuntan a mantener la crisis y no a superarla. Se puede vivir en una crisis y tanto mejor, vivir de una crisis, pese al sufrimiento de la población cuyo framing es como masa no como personas o grupos con rostro, más allá del drama, del “lado humano de la historia”; por ejemplo, todo se queda en “El drama de las madres en Venezuela para conseguir pañales”.

Estos incentivos traen otra cosa: la "llamada espiral del silencio". En una crisis, los moderados no tienen dolientes sino críticos o "francotiradores opináticos" que los "marcan" cuando alguien moderado opina. No permiten que esa opinión crezca y tratan de estigmatizarla -el cuento de los "colaboracionistas" en Venezuela- o que sea una opinión marginal.

De lo que se trata es evitar que llegue a la población, y ésta pueda pensar en el futuro. En una crisis, la gente no piensa en el futuro. No solo no piensa, no quiere pensar en uno porque lo ve complicado y riesgoso. Las opiniones extremas solo permiten una versión del cambio, el cambio extremo. Cualquier otra versión, es inmediatamente estigmatizada, y por eso la opinión extrema cuenta con recursos para comunicar. Parafraseando a Chomsky, buscan ser "Los guardianes de la verdad". Su verdad, al precio de marginalizar las opiniones que no acaten "la línea".

Por esto, también, los incentivos para ser extremista son mayores a los incentivos para ser moderado. Los primeros son premiados con reconocimientos y poder. Los segundos, censurados y estigmatizados.

Creo que en Venezuela ya hay grupos y personas que viven de la crisis, que no tienen interés en superarla, y menos en medirse para que conozcamos su verdadera fuerza. La “normalización” hoy tiene adversarios poderosos, que preferirán que la crisis siga y no se resuelva, por orgullo -evitar el reconocimiento político del adversario- e intereses creados -tal vez, sean "personalidades" e influyan ¿Van a perder eso? De esto se infiere que una posibilidad de diálogo enfrentará muchos obstáculos. Y también una elección.

Pero los comicios son los que darán una medida de la magnitud de la fuerza y apoyo que tienen los grupos políticos, paso fundamental para considerar si se dialoga o no, y para hacer un “corte de cuenta” político. Sin eso, seguiremos en el ruido de los poderes fácticos –algo como los valores nominales- pero sin saber el apoyo que cada grupo o persona tiene –es decir, los valores reales.

Hoy varios países y organizaciones exhortan a los venezolanos a dialogar. No creo que ese llamado tenga éxito -me gustaría que lo tuviera- pero pudiera tener éxito parcial si apunta a reforzar el ambiente para las elecciones a la AN (por ejemplo, una presencia plural de la observación internacional, para generar confianza en quienes compiten y en la sociedad.

Hace unos años, una consigna de moda era “Vamos a contarnos”. Hoy, muchos de los que vociferaban esa expresión, no quieren y temen “contarse”.

Debemos y tenemos “que contarnos”. Una elección no garantiza salir de una crisis –la puede catalizar o empeorar- pero bien vale la pena asumir el riesgo. Al menos, sabremos quién es quién, y si tienen "con qué". 

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