El anuncio de Ford que venderá carros
en dólares, tal vez sea la clave para entender cómo se levanta una nueva
estructura económico-social en Venezuela, profundamente distorsionada, pero tal
vez acorde a la realidad de un país también profundamente distorsionado, lo que evita que decisiones osadas, pero que atenúen los desequilibrios, se tomen.
Maduro perdió varias
oportunidades para ofrecer soluciones que hubiesen corregido o reducido los
terribles desequilibrios económicos a los que los ciudadanos nos enfrentamos
diariamente. Por ejemplo, baterías para carros de 3.900 “BsF” que se venden a 34
mil “BsF”. Un mundo económico irracional.
Pudo hacerlo en 2013. También
hubo otro momento en diciembre de 2014. El último tren que Maduro dejó pasar
fue durante el acto del 1-5-15, en donde pronunció un extraño discurso.
Como ocurre con la crisis, a medida que pasa el tiempo para corregirla, toma
vida propia y el retorno a lo normal se hace más difícil y más irreal, lejano
para la imaginación de las personas. Por eso –desde el punto de vista de la
psicología social- las personas “se acostumbran a la crisis”. Pensar en un
futuro mejor, requiere de un titánico esfuerzo cognoscitivo y motivacional, que
la mayoría no puede hacer –porque no quiere o no puede- y lo que da equilibrio
a la auto estima para la vida diaria, es “acostumbrarse”.
La noticia de Ford confirma lo
que es evidente: que el gobierno necesita dólares. Que ya no hay. Los invirtieron,
los botaron, los regalaron, o los robaron, pero se acabaron. Que la época de
oro de Chávez ya pasó, y que el “Pacto de los dólares” se deshizo, y este
anuncio posiblemente sea un esbozo sobre cómo será el “Pacto de los dólares” de
Maduro, diferente al de Chávez.
Chávez entendió que la sociedad
venezolana es consumidora intensiva de dólares e importaciones baratas y
abundantes. Para lograr la aceptación política, había que permitir la captura de renta.
Chávez atragantó al país de
divisas y de cuanta cosa importada pudiera traer, las dos baratas –subsidiadas;
ahh…qué tiempos aquellos del 2,60- lo que, por cierto, plantea un dilema ético
de cierta protesta: por ejemplo, Maduro fue caceroleado desde apartamentos de
venezolanos en Panamá, durante la Cumbre de las Américas…..pero muchos de esos
apartamentos fueron comprados con el subsidio cambiario de Chávez (junto a la
bonanza criolla por esas tierras). Que sus dueños los adquirieron con su “trabajo”
y “a mi nadie me regaló nada”, no lo pongo en duda, pero esa prosperidad
venezolana en Panamá (o en otra parte), fue posible desde el punto de vista de la economía
política, por una lógica orientada a facilitar la captura de la renta para
lograr la estabilidad y la aceptación política, que al final Chávez logró;
“Presidente Chávez”, decían enérgicos muchos de quienes en 2002 le designaban
despectivamente, “el Teniente coronel”.
Del famoso “70% de popularidad de
Chávez” ¿Cuánta varianza pudiera atribuirse a los efectos del “Pacto de los
dólares” en la sociedad, o todo fue “el carisma de Chávez” como nos dicen los analistas?
Aún en los momentos más difíciles
de su Presidencia, Chávez respetó los mecanismos para capturar rentas, vía
dólares e importaciones baratas. El control de cambios y de precios vinieron en
2003, pero luego del paro promovido por la oposición. Aún así, existió la
permuta hasta 2010, que tal vez fue eliminada por una razón doctrinaria
–el “efecto Giordani”- pero también por una razón política: Chávez percibió que
los “boliburgueses” y sus asociados "no boliburgueses", tendrían mucho poder, y ese era el límite para Chávez. Era
la época en la que todo el mundo tenía "agendado" un “almuerzo” con “Perucho” (Torres
Ciliberto), o un “desayuno” con “Ricardo” (Fernández Berrueco), en algún buen hotel o restaurante
de la ciudad, sitios desde donde también se maneja el poder en Venezuela.
Aún con todo eso, Chávez respetó
los dólares. Incluso a sus adversarios más acérrimos, les quitó el poder
político o la capacidad para tumbarlo, pero les dejó los dólares (por ejemplo,
Cisneros), y fue solo al final de su tiempo en vida que atacó activos de
adversarios (Cedeño o Mezerhane).
Maduro piensa de otra forma. No
quiere dar dólares baratos a la sociedad. Quiere controlar todos los mecanismos
para la captura de rentas. Todavía no sé los motivos para esto, si son
doctrinarios o si es por necesidad (no hay dólares, luego, hay que cuidar los
pocos que hay para mantener la estabilidad política).
La lógica de la economía política
de Maduro tiene una vía distinta a la de Chávez: a éste, que los dólares
salieran no parecía importarle mucho; era parte de la dinámica para lograr la aceptación
política. Para Maduro, lo importante es que entren dólares, que se evidencia en
su discurso sobre lo que llamó el “cadivismo”, término que mencionó en 2013,
cuando solicitó su primera habilitante.
Así, me luce que el gobierno
adelanta un experimento, cuyos efectos no percibo serán buenos. Es algo como, “Un
país, tres economías”, que tiene la ventaja que no asume abiertamente lo que
pasa –que va acorde con la ausencia de liderazgo que hay en Venezuela- y
permite diluir sus consecuencias en una realidad muy cambiante, que es lo mismo que decir más imperceptibles.
Algo como la
“modernidad líquida” de Zygmunt Bauman. Los costos sociales de un ajuste
también pueden ser “líquidos”, como lo vivimos en Venezuela. Una inflación que
economistas cercanos al gobierno estiman en cerca de 7% mensual, se puede
licuar en tres economías, y sus efectos se viven, pero no pueden nombrarse,
construirse verbalmente, porque no existen; para empezar, no hay cifras
oficiales acerca de la subida de los precios. Lo que no puede nombrarse, no
existe, aunque se viva.
La primera economía es la que
bosqueja el aviso de Ford: la economía en dólares, en la que va a
reconfigurarse el “Pacto de los dólares”, versión Maduro.
La lógica de esta economía es
como no hay dólares, tampoco confianza en la economía, ni el gobierno quiere
dar dólares subsidiados, los precios de determinadas áreas se fijan en dólares,
con lo que luce plausible que puedan venir algunas divisas, porque el incentivo
puede ser que el producto se consiga.
La prensa informó que Ford ya tiene cerca
de 1.200 pedidos para carros en dólares. Aunque esos pedidos para la capacidad
instalada –añade la prensa- representan un porcentaje pequeño, sugieren que hay un
público con el poder de compra para adquirirlos, sea porque compró los dólares
en Simadi o “el paralelo”, o los trajo de afuera para cerrar el negocio en el
país.
En los dos casos, hay capacidad para producir bolívares –la EcoSport al
cambio Simadi de 198 “BsF” por dólar, cuesta más de 7 millones de “BsF”, más de
900 salarios mínimos ¿Cuántos en Venezuela con ingresos en bolívares pueden acceder
a ese carro, el más económico de los ofertados?- o se tiene el patrimonio
en divisas, que permite generar dólares o recibir intereses si tengo bonos de
la república, por ejemplo, y con esos intereses, poder llevar una vida en Venezuela muy por
encima del promedio nacional. Por ejemplo, si voy a una emergencia en una
clínica, y me cuesta “BsF” 20 mil, esa cantidad al cambio de Simadi de 198
“BsF” por dólar, son 101 dólares ¿Eso es lo que costaría en EUA, en Miami,
digamos? No creo.
Es aquí en donde puede darse la
corrección en el “Pacto de los dólares” versión Maduro, que no tendrá el
esplendor que tuvo el “Pacto de los dólares” con Chávez. Este decía, “Te regalo los
dólares, pero aceptas que soy el titán, y me llamas Presidente Chávez, no
Teniente coronel”. Maduro dice, “Me importa poco si me aceptas o si me llamas
Presidente, tampoco te regalo dólares; es más, trae tu tus dólares o cómpralos
sin subsidios”. Este es el “Pacto de los dólares”, versión Maduro.
Aunque chocante porque crea una especie de economía “VIP” frente a otras, esta versión del “Pacto de los dólares” puede
funcionar para los sectores de la sociedad venezolana que ya dolarizaron sus
precios de referencia, y cualquier precio en “BsF” automáticamente lo llevan a
dólares, y casi siempre dicen, “En EUA costaría más, por lo que aquí es
barato”. Legalizado ya un mercado cambiario fuera del oficial, estos sectores
pueden traer sus divisas y llevar su vida en Venezuela con la referencia en el
valor del dólar, y acceder con más facilidad a productos o servicios que son
escasos.
La segunda economía es la economía
del Estado, centrada principalmente en el Welfare state socialista y lo que
representa como subsidios en términos del PIB. De acuerdo al economista Guillermo
Ortega, estos subsidios montan el 15% del PIB, valor alto nos dice el
economista, si se comparan, por ejemplo, con el subsidio a la gasolina que es
del 3% del PIB, que cifras del gobierno consolidan en 12 mil millones de
dólares. Es decir, el Estado de bienestar socialista representa 60 mil millones de dólares, aproximadamente.
Es la economía de las misiones,
del 6,3 y del 12, orientada a reducir los efectos de las distorsiones de la
economía nacional en todos los públicos, aunque principalmente en los públicos
populares –clases D y E- en los que el gobierno tiene importantes apoyos.
Es la economía referencia desde
el punto de vista político. Es decir, si el gobierno tiene que sacrificar la
economía en dólares o la economía en bolívares para mantener la estabilidad política en
la economía del Estado, lo hará (ya lo hace), y desde esta economía política el
debate del gobierno sobre Polar, por ejemplo, puede ser en estos términos ¿Tomar los canales
de distribución de Polar será factor de estabilidad o de inestabilidad en la
economía del Estado y sus efectos en los públicos E y D? Si es factor de
estabilidad, los incentivos para alguna acción contra Polar son mayores. Si
desestabiliza, mantener el status quo puede ser la opción principal del “árbol
de decisiones” de la economía política de las expropiaciones.
La tercera economía es la
economía en bolívares. Es la economía en la que las distorsiones se viven con
más crudeza y rudeza, y es la “más liberal” si se quiere, en tanto es un “dejar
hacer, dejar pasar” porque la variación de los precios de un mismo producto
puede ser irracionalmente alta. La molestia social se concentra aquí.
Es la economía que afecta
mayormente a la clase media, versión democrática-liberal, y a los demás grupos
cuando salen de las otras dos economías. Por ejemplo, una persona que salga de
comprar en PDVAL, camine dos cuadras, y entre a comprar el mismo producto en un
automercado privado.
Es la economía de quienes viven
de su salario, de sus honorarios profesionales, de quienes tienen un empleo
fijo o son profesionales liberales; la economía de los maestros y de los
profesores universitarios, por ejemplo.
La economía política aquí es la
capacidad de organización y movilización que tengan los grupos afectados para
obtener del Estado o del patrono privado, mejores ingresos o algún tipo de
beneficio en los contratos colectivos.
Hace unas semanas, me entrevistó una periodista de Colombia para hablar sobre política. Una de
sus preguntas fue a qué cosas les tengo miedo; mis miedos. Le respondí que mis
miedos no son a la inseguridad o a la represión política. Sobre la primera,
porque uno ya internalizó que sale de su casa “a su cuenta y riesgo”; en
cuanto a la represión, por mi manera moderada de ser en lo político y por ser
un cachilapo o “Don nadie”, no soy “blanco” apetecible para la violencia
política, sea del gobierno o de otros sectores, más allá de las
descalificaciones rutinarias provenientes de la gente “que sí tiene
dignidad”.
A continuación, le dije que lo
que sí me causa miedo es la conciencia de vivir en un país escindido,
fragmentado, de compartimiento; de límites, de feudos, anclado en
el pasado y en sus complejos; y dada la capacidad infinita para el
resentimiento que tienen todos los grupos sociales venezolanos sin excepción,
estar consciente cómo mi generación lucha para no ser tragada por esos resentimientos, para aportar al país y evitar el destino de ser una suerte de “muerto en
vida”, que es un escenario muy real y cercano, en un país con fama de ser un "trapiche generacional" como es Venezuela. Le dije que pensar sobre eso sí me da miedo.
Pensar en estas tres economías
refuerza en mí la idea del país fragmentado, de compartimientos con identidades
rígidas. Algo como la Venezuela inmediata a la Independencia. Los héroes de
uniforme regresaron victoriosos, y con pocas excepciones, “ganaron y cobraron”
en grandes extensiones de tierra, que a su vez repartieron de forma jerárquica
en lotes para hacer allí espacios feudales, definidos por la lealtad y la poca
o nula movilidad social. Luego, vino la alianza con los “doctores” y la “gente
bien” –la poca que dejó la guerra de Independencia- que en parte explica la
lucha política de la Venezuela del Siglo XIX.
Aunque la historia no se repite
tal cual; pero no sé, me luce que Venezuela es una sociedad cada vez más
rígida, donde pequeños grupos son los que deciden el destino de Venezuela, sea “el alto gobierno” o las
“familias reales socialistas”, o el G7, G5, G10, G4 o G-lo que sea, en la
oposición, o grupos o personas de los nunca bien ponderados "poderes fácticos"; y al resto lo que nos queda es movernos lo mejor que podamos en la economía
en donde uno se ubique, y repetir la “línea” que bajan los “operadores políticos”,
para mostrar que me “estoy portando bien”, y ser uno más de la corriente o del
rebaño de la opinión y del comportamiento.
Tener conciencia sobre esta
realidad reafirma en mi la necesidad de pensar en un proyecto nacional
integrador como manera de atenuar la conciencia de la exclusión, y afirmar mis
valores socialdemócratas, en tanto un Welfare state para estos tiempos, no puede ser sectario ni
tampoco un país se puede hacer exclusivamente con “mi grupo” o “mi tribu”, cual feudo venezolano del Siglo XIX.
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