El voto, sentimiento popular ¿Pero se percibe eficaz?



A pesar del constante discurso de factores de poder, políticos, medios, expertos, intelectuales, y de una maquinaria de opinión que busca construir al voto como algo accesorio a la calle o que no es lo único, afortundamente en la opinión pública, el sufragio mantiene su importancia como canal político no accesorio y único, para promover cambios de gobierno o adjudicar valores dentro de una comunidad política.

Esta opinión la obtengo a partir de la lectura de encuestas recientes, que comento más adelante. 

Sin embargo, la perpeción acerca de su eficacia en los hechos, no es tan sólida, lo que abre un posible escenario en el cual el sufragio pierda el consenso que tiene entre los venezolanos, como el instrumento de participación política por excelencia, para ser disputado por no se sabe qué, si es por una política pretoriana -fuera de los canales institucionales, violenta o no- la abstención, el que se vayan todos, o la famosa calle.

De todas, la calle es la promovida mayormente por la opinión de buena parte del mundo opositor y su dirigencia. Si no es mayoría, al menos el ruido que hace, la deja ver como mayoría.   

No objeto la calle como espacio para las protestas, para la movilización política de grupos o personas que hacen escuchar sus planteamientos o visiones sobre un tema determinado, para influir o cambiar un estado político. Sí no estoy de acuerdo con la calle como instrumento para sacar o poner gobiernos, que me temo es el sentido dado a la calle por sectores de poder, al menos desde 2001. 

Los límites entre una y otra calle son resbalosos ¿La calle de 1958 en cuál de las dos entra? ¿La de 1936, la de 1989, la de 2002, o la de 2014, por ejemplo?

Mi criterio para distinguir una y otra es la espontaneidad de la manifestación y los motivos de la protesta.

El 27 de febrero de 1989 no es igual ni puede compararse al 4 de febrero de 1992, aunque el gobierno trate de expropiar el significado del llamado Caracazo. Que este comportamiento colectivo influyó en los protagonistas de 1992, es creíble. Que es la continuación de un proceso sin solución de continuidad, es menos creíble. 

A pesar de las historias de los motorizados con chaquetas amarillas que escuché en febrero de 1989, el 27F fue un comportamiento colectivo. El 4F no, fue un intento de golpe de Estado, que requirió organización previa. En cambio, el 27F tuvo variables instigadoras -el acaparamiento, por ejemplo- pero fue un movimiento espontáneo, que devino al final en violencia delincuencial.

Muchos movimientos espontáneos producen movimientos organizados. Los indignados en España hicieron viable al movimiento crítico Podemos en ese país. Los indignados del mundo hacen viable la entrada de nuevos movimientos políticos, como sugieren las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014.

Que el 27F no haya derivado en un movimiento político -aunque inspiró al movimiento de Chávez y compañía- sino que haya finalizado en manos de la delincuencia, muestra la falta de política y organización que hay en el país. Que la calle en Venezuela la mayoría de las veces termine en violencia y caos, revela que es un espacio para la aventura y los aventureros -que abundan en Venezuela, y son aplaudidos en los grandes salones- y no para la organización política o social. El tradicional tirar la parada.

Es mi reserva con la calle. Reserva que constanté en febrero de 2014. Se inivitó a la calle, pero hoy ¿Cuál es el balance real de esa acción? Ni siquiera quienes llamaron a movilizarse lo han hecho. Ahora no es muy popular hablar acerca de esos meses. Ya pocos se acuerdan o no quieren, de los avatares con la bandera del Decreto de guerra a muerte de Bolívar, aunque la llevan adentro. 

Desde los 90 por lo menos, en Venezuela se quiere sustituir la política por cosas vacías como la calle o ser popular, pero lo que los hechos revelan, es que se puede vivir sin la política, pero se vive mal, como lo constatamos hoy en nuestro país: un estancamiento, una suerte de guerra de trincheras, es lo que hay como política y en la política. Nadie avanza ¿Resultado? Cada quien en lo suyo. Unos, hablando de "guerra económica". Otros, se matan por un centro de estudiantes, aunque proclaman que "es urgente un cambio no del gobierno, sino del sistema".  

No soy ajeno a la calle. En 1989, como delegado de curso de tercer año en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB, junto a otros compañeros, nos tocó liderar un paro en la escuela, una vez agotados los canales institucionales, para plantear problemas en la escuela (abusos de profesores y baja calidad docente en algunas materias). Ese paro detuvo la escuela, tuvo impacto más allá de la Escuela de Comunicación Social, y logró sus objetivos, con mínimas bajas o consecuencias negativas. 

Mis primeras apariciones en medios a comienzos de los 90, fue con el tema de la organización de protestas y hasta 2001, la acción no violenta fue un importante contenido que usé en talleres que dictaba para ONG, sobre la importancia de organizarse, de forma política (partidos) o civil (movimientos de resistencia y lucha no violenta). 

En ese entonces, estaba influido por las tesis de Adam Przeworski, Barrington Moore, Sydney Tarrow, Peter Ackerman, Jack DuVall, Doug McAdam, Ted Gurr, Stephen Zunes, y Gene Sharp, estudiosos de los cambios políticos, movimientos sociales, transiciones políticas, y la lucha no violenta.

Muchas cosas me quedaron de esa práctica y reflexión teórica. La más importante, es que en la conducción de la calle prevalece la ética de la responsabilidad, y que lo primero a planificar en una acción de calle es cómo se comienza y cómo se termina, porque las tentaciones para que la calle sea indefinida en su duración o se salga de cauce por provocaciones internas o externas son muchas, durante el desarrollo de un movimiento de resistencia o civil. 

Esa ética de la responsabilidad no la ví ni la veo en la calle que arrancó en 2001.

Me ayudó a valorar más la importancia de la ética de la responsabilidad en las acciones de calle, la lectura que durante el paro de 2002 hice de la colección coordinada por Agustín Blanco Muñoz, sobre la violencia en Venezuela durante los 50-80, titulada Testimonios Violentos. Leí casi toda la colección con mucho interés. Tomando apuntes y reflexionando acerca de la violencia política y social. 

Algo que llamó mi atención en casi todas las entrevistas que hizo Blanco Muñoz a los protagonistas de sus Testimonios Violentos fue, al cerrar cada entrevista, el profesor de la UCV preguntaba a sus entrevistados el balance de las acciones violentas, a la luz del tiempo ¿Las respuestas? Casi todas -en mi interpretación- es que la violencia no valió la pena, no solo por lo ineficaz para cambiar un gobierno, sino por el costo humano y personal, en la vida de quienes lo contaron a Blanco Muñoz.

La conclusión al terminar la lectura de varios tomos de la colección de Blanco Muñoz -lo había intuido al escuchar o leer de niño los relatos sobre el asesinato de Ruiz Pineda por la tenebrosa SN, en octubre de 1952- que el voto es el sentir del pueblo, y que la violencia política es cosa de elites, de gente bien, impacientes por acelerar la historia o para afirmar su autodesignado status de superioridad. 

He aquí la razón de esta entrada: constatar que, pese a la propaganda para debilitar al voto, éste mantiene su importancia en las personas pero, también, constatar que su eficacia en los hechos se cuestiona, y eso me preocupa, como persona que no se limita al lugar común de un cambio constitucional y pacífico -que luce ya, como dirían los conocedores, an empty signifier- sino que ese cambio lo delimito en su instrumento, un cambio constitucional, pacífico, mediante el voto

Estudios de opinión recientes ofrecen elementos para la constatación y para la preocupación.

Sobre el primero, un guarismo importante lo ofrece un estudio de la UCAB realizado por el Instituto Delphos (n = 1.200 entrevistas, campo del 17 de septiembre al 5 de octubre de 2014).

Un 69,8% dijo que con el voto se pueden producir los cambios que se quieren ver en el país. Un 21,7% dijo que no y un 8,5% es No sabe/No responde (Ns/Nr).

Hubiese sido interesante si la encuesta hubiese indagado en los motivos del 22% que respondió que no. No es un valor bajo: es 1 de cada 5 venezolano que estimó que la eficacia del voto para generar los cambios que se esperan en Venezuela, es inexistente. 

Como es de esperar, la baja eficacia percibida es más intensa en el público opositor: cerca de 1 de cada 3 de ese público lo percibe así. Si se suma el Ns/Nr, estamos hablando de cerca de 4 de cada 10 contra 2 de cada 10 que piensan igual en el público oficialista.

La firma IVAD midió algo parecido en enero y marzo de 2014, al preguntar si la crisis tiene salida electoral: un 71,1 y 70,4% dijeron que sí y un 19,6% y 21,6% afirmaron que no, respectivamente.

En el estudio de la UCAB, hay otro dato de interés, en apoyo a la fortaleza del voto, a pesar del discurso para debilitarlo. 

Por ejemplo, en octubre de 2013, un estudio hecho por la misma firma para la católica (n = 1.200 entrevistas), mostró que un 54% dijo que "sí vale la pena votar" en las elecciones convocadas por el CNE, un 28% que no, y un 18% Ns/Nr. Un año después, las respuestas fueron 63,5 por ciento, 30,1 por ciento, y 6,4% Ns/Nr respectivamente. 

En un año, la opinión "vale la pena" sumó cerca de 10 puntos, y quienes dijeron "no vale la pena", aumentaron de poco más de 1 de cada 4 a 1 de cada 3 venezolano.

En el estudio de 2013 -estaban próximas las municipales del 8-10-14- se delimitó más la pregunta: si valía la pena sufragar en las "próximas elecciones convocadas por el CNE", los sí subieron a 77% y los no bajaron a 22 por ciento. 

A pesar de las críticas al CNE que se reconocen, las personas quieren votar. 

Este dato es alentador, ante tantos desafíos que tiene y tendrá el voto en el futuro. Me atrevería a afirmar que la participación en 2015 va a ser importante. 

La firma Consultores 21 (n = 1.000 entrevistas, campo entre el 25 de septiembre y el 2 de octubre de 2014), en su estudio con fecha de campo 2-10-14, mostró datos interesantes que apoyan la idea sobre el voto como instrumento y valor por excelencia, para promovover cambios políticos. 

En el caso de Consultores, sus números importan porque la selección de la muestra se realizó en 8 zonas metropolitanas de Venezuela, en las que la Unidad ganó en 5 y en las que no, tuvo un buen segundo lugar. Es decir, la opinión de la oposición está representada muy bien, por lo que los números pueden representar con confianza la opinión de ese sector. Un indicador, por ejemplo: la identificación con los partidos de la Unidad es de 43,9% contra 34,1% para los partidos del gobierno. Casi 10 puntos de diferencia a favor de la Unidad. 

Si el clima de la opinión es la calle, en este estudio debería aparecer con fuerza. Veamos.

La firma preguntó sobre acciones políticas (firmar, cerrar la calle, marchar, etc), y el grado de acuerdo o desacuerdo que las personas tienen con cada una, que son ocho. Dos vinculadas al voto y 6 relacionadas a la calle. 

Las opciones vinculadas al voto (firmar para activar algún mecanismo constitucional) ocupan los dos primeros lugares del grupo de 8, con porcentajes de acuerdo (Muy de acuerdo + De acuerdo) que promedian cerca del 55 por ciento.

Le siguen acciones vinculadas a la calle, cuyo promedio de acuerdo frisa el 40 por ciento, pero hay desacuerdos importantes. La famosa guarimba tiene un 75,9% de desacuerdo.

Hasta aquí, puede afirmarse que el voto goza de buena salud. Principalmente, porque poco más de 2 de cada 3 lo perciben como capaz de producir los cambios que se esperan en el país, y hay deseos de votar, a pesar que se reconoce que el CNE tiene fallas.

Vamos, ahora, con la preocupación. Hay cifras que sugieren que la eficacia percibida del voto es baja.

En el estudio de la UCAB de 2014, 1 de cada 5 consideró que con el voto no se lograrán los cambios que espera Venezuela. 

En la encuesta de Consultores 21 llamó la atención que los desacuerdos en las acciones políticas (firmar, marchar, etc), son altos (Desacuerdo + Muy en desacuerdo), tanto en las opciones del voto como de la calle. Los desacuerdos promedian casi 56 por ciento ¿Indicador de cansancio, de algo parecido a que se vayan todos, de desesperanza, que nada motiva? 

Así las cosas ¿Qué motiva a las personas, en estos momentos?

Hay que profundizar en esto, y una manera de hacerlo es incluir opciones vinculadas al voto normal sin el agregado del "CNE o con las actuales reglas electorales" (en una elección, o en fechas, por ejemplo, 2015 al 2018), pero las cifras obtenidas deben preocupar. 

Hay una opinión no pequeña que parece poco interesada en algún tipo de acción política, sea la tan promocionada calle o votar. Y hablamos de zonas metropolitanas con fuerte presencia de la opinión opositora, que debería estár al menos predispuesta -como sugiere la "matriz de opinión" que "bajan" los poderes- a la calle. Ni siquiera.    

Posiblemente, lo anterior explique la exigua asistencia a las marchas o caminatas convocadas por el gobierno o por la Unidad -más en la última- el día 18-10-14. 

No tengo elementos para explicar por qué no fue la gente, pero se me ocurren dos hipótesis: a.-El formato de las marchas -así como el del cacerolazo convocado en agosto de 2014- parece agotado, al menos en la concepción con la que se manejan, que data de 2001; y b.-este agotamiento puede estar vinculado a la percepción de la eficacia de las marchas, porque estas se han construido como acciones para sacar o poner en jaque a un gobierno, y no como mecanismos de expresión o movilización política. El paradigma sigue siendo la marcha del 11 de abril de 2002 que abrió el momento para que tumbaran a Chávez. Así, al no percibirse la eficacia para sacar o poner en aprietos a un gobierno, las personas no asisten a las movilizaciones. 

A esto se suma, la censura en medios, que no ofrece cobertura en vivo de las marchas o lo hace de forma limitada. Así, tampoco existe un elemento fundamental en un comportamiento colectivo, de acuerdo a los estudiosos de la psicología de las masas: el contagio. Los medios daban a las marchas una glamorosidad, una cobertura de la socialité de las cachuchas y pitos, en la que le tout Caracas derrochaba sus mejores galas para el asfalto, que contagió a muchos, quienes al ver las imágenes y escuchar a los desaparecidos marchólogos con sus análisis de tantas personas por cuadra, se animaban a sacar sus cachuchas, pitos, banderas, y a patear calle

Los medios de comunicación son vehículos para contagiar una movilización más allá de donde se realiza, porque se ve por la televisión. Al no poder tener una cobertura en vivo, la marcha queda solo para quienes asisten, pero para otros, tal vez ni se enteren ¿Cuántas personas se enteraron del barrotazo convocado el sábado 25-10-14, para protestar por el eventual traslado de Leopoldo López, Scarano, Ceballos, y Luchesse de Ramo Verde a otro sitio? Y eso que esa noche, los tuiteros perdieron la racionalidad. Se soltaron el moño, como se dice. 

Si esto es así, habría que conceptualizar nuevamente la calle, pero los promotores de esta idea no parecen muy animados en hacerlo, aunque la asistencia a los actos de calle sea con más pena que gloria.  

Acerca de estas pocas ganas, Datanálisis en su estudio (n = 1.300 entrevistas, entre el 25 de septiembre al 7 de octubre de 2014), ofrece números que deben llamar la atención.

Uno que invita a pensar es al preguntar si se estaría dispuesto a participar en unas primarias para seleccionar a los candidatos de la Unidad para la AN de 2015: un 49,9% dijo estar dispuesto y un 40,3% expresó no estar dispuesto.

Tal vez sea el wording de la pregunta -creo que se pudo hacer mejor- pero que 4 de cada 10 venezolanos no muestren interés en participar en un mecanismo elogiado por la sociedad como una primaria para seleccionar a los candidatos a un poder clave en una república, debe ser motivo de reflexión.

Pienso en dos razones para explicar la baja en la percepción de la eficacia política del sufragio, y en el desgano en las personas que muestran las cifras de las encuestadoras.

La primera, vinculada al CNE. Este organismo no produce confianza en el elector. 

Datanálisis registró el deterioro importante en la desconfianza hacia el CNE en poco más de 6 meses. Para febrero de 2014, 59,7% expresó poco o ninguna confianza hacia el CNE, en septiembre, la cifra subió al 72,8 por ciento. 13 puntos en 6 meses. 

La confianza y mucha confianza pasó del 37,8% al 25,9% en el mismo lapso, que indica una baja de 11,9 por ciento. 

Los estudios de la UCAB registraron cambios en la percepción de la imparcialidad del CNE. En octubre de 2013, un 56,4% opinó que el ente electoral era imparcial. Un año después, el valor descendió a 41,4 por ciento. Una caída de 15 puntos en un año.

Un CNE imparcial ayudaría mucho a reforzar la credibilidad del voto. 

La segunda razón, no recibe mucha atención, pero para mi es tan importante como un CNE con credibilidad. 

Es la degradación del discurso y clima político que vive Venezuela desde 2013, que tiene como fondo el deterioro económico, pero también la irresponsabilidad de la dirigencia política de ambos bandos. En otras palabras, lo que hoy reflejan las encuestas, es la cosecha de la siembra que hizo un irresponsable discurso político desde que, digamos, Chávez salió de Venezuela el 9-12-12. 

Dos años de un discurso político irresponsable, tenía que dejar sus marcas. Y qué marcas.

Hoy, cualquier discurso sensato es visto con desconfianza. El voto se construye igual. Para ciertos grupos, el voto se construye como algo poco viril, sin hombría. Lo viril está en ser un bocón o una bocona aunque -al final- a los bocones y a las boconas, cuando llega el momento de la verdad, se les encasquilla la carabina, bajan el perfil, comienzan a hablar de temas "serios" o "del consenso", y como el libro de Angela Zago, Aquí no ha pasado nada....hasta la próxima aventura.

Hoy en Venezuela, si se quiere tener éxito en la política o en otra actividad de masas, ser bocón o bocona te garantiza, por lo menos, el 50% del camino. El resto será la habilidad, las circunstancias, los apoyos. Hoy es el miedo lo que mueve, no la esperanza. Y en ese terreno, los bocones y boconas tienen más capacidad.

¿Quieres ser alcalde? Toca el miedo a los desarrollos urbanos y busca uno que sea emblema (recuerda, al miedo hay que ponerle rostro, si no, es terror, paraliza, y eso no te interesa, porque no van a votar por ti) ¿Quieres ser gobernador? No dejes que el miedo a perder los recursos arrope tu campaña (lo que pasó en 2012 en Zulia y Táchira) ¿Que quieres ser Presidente? Habla del "comunismo" o de lo que pasará, si eliminan las misiones (Dilma usó esto en Brasil...y ganó, ajustado, pero ganó). Ya tienes el 50% de la "batalla" adelantada.

Quizás por esto, los grandes políticos y quienes presumen de tener gran burdel político, se dejan seducir por asesores tipo JJ Rendón, cuya virtud es esa: el manejo del miedo, de los temores. Tanto, que muchos de estos asesores se visten de negro, seguramente como una estrategia de branding ante el exigente gusto de los targets que requerirán de sus servicios. 

Hay dos datos que muestran cómo el miedo penetró el voto, que debería ser diferente. El sufragio como la tan cacareada fiesta electoral. Hoy es un trago amargo, del que se quiere salir rápido, rogando que no haya un peo, a pesar que se aplauden los gritos de bocones y boconas durante la campaña. Todos buscan el peo, pero nadie quiere peo. 

Veamos.

En el estudio de la UCAB, al preguntar si con las reglas y el CNE actual, las elecciones ayudarían a solucionar los conflictos del país de forma pacífica, un 55,6% expresó que ayudarían y un 44,4% que los agravarían.

Hubiese sido interesante preguntar sin "estas reglas y el CNE actuales", para aproximarse a una situación más cercana al valor del voto en sí mismo para agravar o despejar obstáculos, pero la cifra no debe pasar desatendida: 4 de cada 10 venezolanos piensan que con las reglas actuales para el voto, una elección agravará la solución pacífica de los confictos políticos que tiene Venezuela.

También se preguntó que pasaría si las elecciones de 2015 "no reflejan la voluntad del pueblo" (supongo que quiere decir si hay fraude), un 57,7% opinó que puede haber protestas, pero que no pasará nada, un 27,2% que es probable que se desate la violencia en Venezuela, y un 15,2% que es probable que estalle una guerra civil en el país.

Igualmente, hubiese sido valioso preguntar sin la parte "si no reflejan la voluntad popular", para indagar si las elecciones en sí se perciben como factor catalizador para la violencia, pero que 4 de cada 10 venezolano perciba que un resultado electoral disputado sea un probable generador de violencia, muestra la delgada línea entre la paz y la guerra que hoy hay en Venezuela. 

Y este es el caso, no solo de Venezuela, sino en el mundo. Parece que la política estará en un ambiente de polarización. Venezuela, Brasil, EUA, Uruguay (aunque en menor grado), registran climas o resultados electorales marcados por victorias estrechas, y "un país dividido", como es el decir de la prensa y los headlines.

Como los políticos no pueden o no quieren superar la polarización, corresponderá a los electores hacerlo. Si no quieren hacerlo por la vía violenta, tendrán que hacerlo con el voto, salvo que se decida una suerte de indiferencia y las sociedades estén cerca de algo parecido a El fin de la historia de Fukuyama. Es decir, que la sociedad civil sea autónoma de la política. Tampoco, en cierto modo, hay Estado.  

Que pese al deadlock que hay en el Congreso de los EUA, ese país siga funcionando o que pese a la guerra de trincheras que hay en Venezuela, la sociedad siga su vida. Eso ocurre hoy, pero al precio de un desgaste que ya parece insoportable. EUA paga un alto costo en reputación -que Putin ha sabido aprovechar- y Venezuela paga un costo económico que se está llevando la prosperidad de unas cuantas generaciones, junto a su movilidad social. 

A diferencia de los conflictos del Siglo XX, los conflictos del Siglo XXI tienen como característica principal que se estancan, que se empotran en la vida cotidiana. Embedded conflicts. No son conflictos que tengan una solución rápida o que alteren el status quo ¿Las acciones del Estado Islámico aumentaron los precios del petróleo? No, al contrario, han bajado. Los conflictos forman parte de la vida y en cierto sentido, las redes sociales y lo viral, han contribuido a la desensibilización ante la muerte. Lo que ocurre en Siria o Ucrania, se ve desde tuiter y ya forma parte de la normalidad. Más de 100 mil muertos no mueven ni conmueven ni tampoco las decapitaciones del EI ¿Habrá alguna acción internacional para Kobane? Kobane resiste, simplemente. Si espera a una acción internacional, ISIS arrasa con Kobane. Lo importante de los conflictos del Siglo XXI es que se normalicen dentro de su horror. Por eso el petróleo no sube. Ya no es un problema exclusivo de la OPEP o del shale oil

Cuando se lee que los miembros del ISIS aumentan con personas que voluntariamente -de Occidente- deciden enrolarse en un movimiento que le corta la cabeza a las personas y lo coloca en tuiter o cuando se leen cosas que ocurren en Venezuela producto de la delincuencia, es claro que algo no está bien en la sociedad ni tampoco en la salud mental de las personas. 

Esto tiene sus efectos en el voto, y es que se cosifique, sea una rutina que no cambia nada y que, incluso, conviva con la violencia. Elecciones en medio de una guerra civil, para que todo siga igual. Guerra y elecciones, no calle y voto. Lamentablemente.

La idea de Przeworski de la democracia como "administración de la incertidumbre", cede a la idea de la democracia como convivencia con la incertidumbre. Es decir, no puede administrarse. La incertidumbre tiene vida propia. En un ambiente así, el voto no tiene utilidad alguna ¿Serán los números de estos estudios un aldabonazo de un futuro que parece lejano pero que está más cerca de lo que pensamos?

El voto, sentimiento popular ¿Será siempre así?

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