Uribana



La muerte vuelve a ser noticia. Uribana regresó a los titulares y HT en tuiter. No es la primera vez. Se recuerda la masacre de 2007. La muerte hecha espectáculo: los “coliseos”. La masacre de 2013. Ahora, en 2014 otro hecho de violencia destructiva: 42 presos murieron envenenados.

La explicación dada por las autoridades compite con las versiones no oficiales: los reclusos no ingirieron medicamentos por su propia voluntad, sino que fueron envenenados, al tomar una sopa.

Es inexplicable el silencio de las autoridades, luego del comunicado con fecha 26-11-14. Impresos reportan actividades de la Ministra de Prisiones Iris Varela, pero no hay información oficial más detallada. Se detuvo al director de la cárcel y a unos guardias, pero la pregunta importante, cuya respuesta nos dirá de qué madera estamos hechos como sociedad, permanece sin responder ¿Se envenenaron o los envenenaron? ¿Qué pasó realmente el 24-11-14?

No es que, por ejemplo, los “coliseos” no dolieran por su carga de infamia y destructividad. Ya mostraban una sociedad con un tejido moral dañado, pero un envenenamiento colectivo sugiere niveles de violencia destructiva mucho mayores. Supone una técnica de exterminio, rudimentaria, pero letal: preparar la sopa, colocarle el veneno, que los presos la tomen, esperar los síntomas, dejarlos con el sufrimiento hasta morir. Con las diferencias del caso y con todo el respeto a ese evento que revela hasta donde el hombre puede llegar en su destructividad, si los detenidos de Uribana fueron envenenados como sugiere una de las versiones, es una “solución final” primitiva, pero institucional, con objetivos y procedimientos. Que dice mucho de nosotros como sociedad y sobre sus instituciones. De aquí que el silencio de las autoridades en aclarar este importante punto no tiene justificación.

Me temo que la famosa “polarización” también llegó a Uribana. Si se explica lo que ocurrió, será otro elemento para los que quieren salir ya del gobierno, en la oposición y ya en opiniones de los llamados “disidentes del chavismo”, los que aumentan su intensidad verbal en la idea de abrir un clivaje dentro del oficialismo. El gobierno prefiere arreglarlo por debajito, con lo que hace gala de una tremenda irresponsabilidad, por la naturaleza del caso. Su responsabilidad no la puede eludir con el silencio. 

El miedo a explicar al público –que no debe ocurrir en una democracia- impide saber qué pasó en ese penal ubicado en Lara, así como representaciones sociales fuera de época –como que el petróleo se va a acabar, que objetivó Pérez Alfonzo en los 70- no dejan a los dirigentes tomar las decisiones, con la velocidad que reclama la crisis venezolana ¿Cuándo dejaremos el miedo, para que el país de una vez pueda crecer?

En los 70, fue famoso el trabajo del psicólogo social Philip Zimbardo –todavía hoy es una referencia- al recrear la vida en una prisión con estudiantes universitarios; el Standford Prison Experiment (SPE). El experimento no llegó a una semana. Zimbardo y su equipo lo abortaron, porque los “guardias” asumieron su rol con mucha fuerza, y los abusos a los “presos” ya no eran parte del experimento. Eran reales. Brutales. 

Con esa inesperada experiencia, Zimbardo mostró uno de los temas fundamentales de la psicología social: el poder de las situaciones sobre las personas. Un estudiante mentalmente sano, puede convertirse en un monstruo al asumir el rol de un custodio de una prisión en la que no hay controles o supervisión.

Los testimonios de tortura estremecen. El diario larense El Informador en su edición del 8-12-14, comenta algunos de los suplicios:

"Cuando pedíamos respeto, sacaban una especie de bate, que decía Derechos Humanos y con eso nos daba. Nos clavaban piedras en la cabeza, nos ponían desnudos sentados en el asfalto a llevar sol, nos pegaban en los dedos con una tabla, nos ponían firmes con una bomba lacrimógena en la mano, o nos echaban un polvo que pica en la cara y no nos podíamos mover”.

Si traigo esta experiencia a nuestro país ¿En qué nos hemos convertido en virtud del poder de la situación de crisis, de caos, de desesperanza e incertidumbre que percibimos? Hoy se habla mucho de los derechos humanos pero ¿Hoy hay más derechos humanos o, al menos, se garantizan los que ya están consagrados en las leyes o en virtud del derecho natural? Me atrevo a decir que la respuesta es no ¿Cómo explicar la contradicción entre el discurso y la realidad?

Lo preocupante de Uribana es que revela una concepción laxa de la vida, en donde los derechos humanos son diferenciales, no universales.

Pensé que este caso generaría más discusión en la opinión pública. Que realmente movería la conciencia de la sociedad. Hasta ahora no ha sido así. Más ruido hace la escasez del famoso acetaminofen. Sí, ya sé. La censura pero ¿La censura ya no es una excusa para tapar nuestros prejuicios y fallas como sociedad? ¿La censura ya no es justificación para dar cuenta de nuestra flojera social e intelectual?

Más allá del desahogo, de pedir la renuncia a Iris Varela ¿Hay un discurso que explique qué significa que 42 personas hayan sido envenenadas o se hayan envenenado? ¿Qué significa para la fibra humana de una sociedad como la venezolana?

Lo que queda es un gobierno que busca que no se hable del caso. Que pase por debajo de la mesa. La opacidad como política. Y una oposición que solo se limita a pedir la renuncia de Varela –que debe renunciar- pero más como retórica para generar una crisis dentro del gobierno, y ver si se produce la tan esperada por algunos transición.

Pero lo que esas muertes significan como estado de la sociedad, no se dice nada. Quizás en buena medida, nuestra crisis se debe a que estamos ayunos de un discurso más allá de los lugares comunes y del desahogo, para que las personas podamos procesar los hechos, que tienen influencia en el tejido social, como el envenenamiento en Uribana.

Posiblemente, este caso pase, como pasaron otros antes que este. Uribana será noticia nuevamente cuando ocurra otro hecho violento (ojalá que no; pero en Venezuela, “ojalá que no” puede ser lo contrario). La sociedad lo tomará de nuevo como una rutina: crisis, desahogo, y olvido....hasta el próximo caso. 

La muerte en Venezuela tampoco mueve o conmueve. Es algo administrativo. Burocrático...Oopss...Disculpen, debo ir a hacer una cola para comprar desodorante...o acetaminofen.  

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