Chicos perezjimenistas



El día 2-12-14, una asamblea de la MUD en Chacao fue interrumpida por un grupo de jóvenes portando pancartas alusivas a Pérez Jiménez, con el nombre de Movimiento Nacionalista Renacer Nacional.

No es la primera vez que ocurre. Se recuerda que durante el acto de la Mesa el día 23-1-13 en Parque Miranda, también irrumpió un grupo de jóvenes que reivindican al perezjimenismo.

Como pasa con frecuencia en el mundo opositor cuando un hecho se sale del guión, los esquemas, o de las famosas “matrices de opinión”, es el choteo, la subestimación, o la descalificación (“aliados del gobierno”, “pagados”, “los payasos del circo”, etc), sin profundizar en el hecho. Así pasó con este caso.

Que el perezjimenismo tenga apoyo, no es nuevo. En las elecciones de 1968 –apenas habían transcurrido 10 años de la caída de la dictadura que llegó al poder el 24-11-48- el partido perezjimenista, Cruzada Cívica Nacionalista, obtuvo 4 senadores, 21 diputados, y 402.351 votos (AD obtuvo el mayor número de sufragios con 939.759 votos).

Pérez Jiménez no pudo asumir su curul por decisión de la antigua CSJ, y la idea que el general fuese candidato en los comicios de 1973, llevó a la enmienda Nº 1 de la constitución de 1961, promulgada ese año electoral.

Una idea autoritaria de la política estaba allí; minoritaria, pero allí dormía, a pesar que para esos años, la democracia estaba en su esplendor económico y social: alto crecimiento, baja inflación, moneda fuerte, e inclusión social.

Qué jóvenes tomen hoy las banderas de Pérez Jiménez en pleno Siglo XXI –sus referencias de la dictadura seguramente vienen de sus abuelos, de lo que han leído y escuchado en casa, en la escuela, amistades- sí que llama la atención.

¿Qué puede explicar este resurgir de lo que estaba latente en la sociedad venezolana desde hace décadas, del cual no sabemos su magnitud, si es mucha o poca la fuerza de una concepción autoritaria de la política?

Pienso que la fuerza es importante. Basta escuchar algunas conversaciones políticas, para inferir que una propuesta autoritaria tendría apoyo público.

Tres razones para dar cuenta del renacimiento autoritario. 

La primera.

La democracia de 1958-1998 no se concibió hegemónica en el sentido de un relato único, sino que asumió que las bondades del juego político serían vistas de forma natural, por el bienestar que el modelo democrático produjo, sin pretender imponer una visión única.

Esto parece que la sociedad no lo asumió así en su totalidad, a pesar del pluralismo en instancias culturales o de Estado como la Copre o la Biblioteca Ayacucho, por poner dos casos.

Un hecho que puede apoyar lo afirmado, es que siempre se dijo que “La democracia no había hecho obras públicas como Pérez Jiménez” (sin quitarle méritos a las obras que se hicieron durante la dictadura, desde la etapa "blanda" de Delgado a la "dura" de Pérez Jiménez).

Una anécdota. Mi familia participó de forma directa en las grandes obras de la democracia –Guri, Cota Mil, Caruachi, el Metro, puente sobre el Lago, el Orinoco, por mencionar las más conocidas- y a pesar de eso, escuchaba en los compañeros del colegio, “La democracia no hace obras como Pérez Jiménez”, cosa que me molestaba porque no era cierto y además, porque estudié en un colegio de la elite política, social, y militar de la época (tempranos 80’s), la que en teoría, debía tener información y no decir algo así.

Tal vez a la democracia no le interesó competir con la representación social del perezjimenismo, porque estimó que sus bondades harían esa competencia de modo natural, por lo que no era necesario pedir lealtad como ahora lo hace el gobierno socialista de Venezuela, para hacerse notar y “que todo el mundo lo sepa”.

Así, Román Chalbaud pudo ser un cineasta reconocido, Zhandra Rodríguez una bailarina de ballet de prestigio, o Luis Britto García un intelectual con peso, sin tener que hacer loas al “régimen” de AD o Copei. Se reconoció de modo “natural” sus talentos. Eso parece olvidado.

El Take for granted de AD-Copei no fue suficiente ni eficiente: pocos dieron por sentado que la democracia pudo hacer obras de calidad y eficientes como la dictadura. Tal vez mucho no sepan que "la Libertador" o "la Cota Mil" son obras de la democracia. 

Todavía Pérez Jiménez simboliza la eficiencia y hacer obras públicas de importancia ¿Por qué sorprenderse que jóvenes del 2000 repitan lo que ya decían jóvenes de los 80?

La segunda.

Muchos jóvenes no ven oportunidades en la Venezuela de hoy. Pero más que no percibirlas, tampoco hay un discurso o espacios para canalizar la construcción de un proyecto o de una identidad, que no esté sujeta a una identificación política en términos de loas o "agradecimiento". 

Lo anterior, porque fuera del proyecto político del gobierno, no parece haber espacio para propuestas con posibilidad de éxito. Un ejemplo. El deporte. Los deportistas son pieza clave en la identidad y propaganda del gobierno con el mote de “La generación de oro”, pero apenas expresan sus críticas, son separados. Tal es el caso de Daniela Larreal. De “Generación de Oro” a crítica criticada.

Jóvenes pueden percibir esto; “Para surgir, tengo que estar bien con el sistema”, y no querer ese modo de vida tipo “Jaula de oro”.

Miran al lado de la oposición para ver si allí hay oportunidades o la posibilidad de un proyecto de vida, y los jóvenes más conocidos –los de 2007, a propósito del cierre de RCTV- hoy son personas cooptadas por el sistema y el establishment opositor –es decir, son “gente seria”- por más que quieran convencernos con “discursos radicales”; o son rechazados y estigmatizados, como el caso de Ricardo Sánchez, a quien no se le critica merecidamente por su inconsecuente comportamiento político en la AN, sino que se le estigmatiza por sus atributos personales (gordinflón, marrano, cerdo, cochino, oink oink, como leí en tuiter en el momento de la designación de los poderes por parte de la AN), lo que muestra un fondo social lleno de fuertes prejuicios que empuja el clima autoritario y de inquisición que se lee en las redes sociales de Venezuela.

Tampoco la “juventud opositora” parece ser un modelo atractivo para muchas personas de esa cohorte.

Ni ideologización ni cooptación son proyectos de vida, por lo que los muchos jóvenes sienten que no pueden hacer su propio proyecto, esto acicateado por un país en crisis económica.

Un indicador adicional es la identificación de los jóvenes con partidos políticos. En IVAD al 30-3-14 –tengo estudios de fecha más reciente, pero no incluyen esta pregunta- los más jóvenes (18-34 años) tienen menos identidad hacia partidos políticos que cohortes de 35 o más años, en un promedio de 56,2% frente a 44,8% respectivamente en la respuesta “Ninguno”.

Así las cosas, tampoco debe sorprender –pero sí movernos la conciencia- por qué los jóvenes optan por emigrar. Muchos ya tienen conciencia que no podrán ser adultos realizados, y lo que tienen enfrente para surgir: ideologización o cooptación, no son proyectos para construir una carrera moral, salvo que se acepte pagar el precio del silencio o del conformismo.

La tercera.

Las dificultades para una vida, es decir, la crisis. En Venezuela y en el mundo.
En Alemania, la xenofobia toma cuerpo. En Inglaterra, jóvenes buscan alternativas a los “políticos tradicionales”. En Francia, se informa que los jóvenes “prospectos” para integrar grupos extremistas provienen de la clase media (67%) y el 63% tiene entre 15 y 21 años de edad.

Manuel caballero afirmó que el autoritarismo es un instinto y la democracia una cultura. Interpretando al recordado historiador, el autoritarismo siempre va a tener una ventaja sobre la democracia. Esta ventaja es que promete un mundo perfecto, un mundo impoluto, mientras que la democracia lo que promete es un sueño o la posibilidad para construir ese sueño en el tiempo. El pensamiento autoritario "no puede esperar". Lo no autoritario supone una paciencia, de la experiencia que sabe que un buen gobierno no se decreta. 

Tal vez esta sea la fascinación que la forma autoritaria de gobierno ejerce sobre el ciudadano común, pero también sobre intelectuales. La idea de “renacer” expiando las culpas de la política, es muy atractiva en crisis, cuando las personas cuestionan no solo el sistema en el cual viven, sino su propia existencia.

La fuerza, el orden, el simbolismo, el líder, da la virilidad política a personas y grupos abandonados, huérfanos de la política “tradicional”, y permiten ser orientados por una persona que se percibe superior o que se percibe tiene la solución a la crisis. 

La idea de regenerarse a partir de lo podrido -que es otra forma de hablar de crisis- de la mano de una persona fuerte, indudablemente tiene sex appeal. Esa es la ventaja del autoritarismo sobre la democracia. El sex appeal de la democracia es posterior, luego del duty appeal, que aleja. Muchos se dejan seducir por el canto autoritario que promete castigo y limpieza, pero más que dejarse seducir, quieren ser seducidos para poder soportar los rigores de una vida en una sociedad en crisis.

Desde Pinochet hasta Fidel Castro, todos los autoritarismos prometen construir una sociedad nueva, edificar una sociedad perfecta, y cambiar la estructura social de raíz, y eso en tiempos de crisis, atrae a muchos.

El autoritarismo es un espejismo de futuro frente a la democracia que ofrece no un espejismo, sino una realidad mundana; muestra nuestras miserias y nuestras grandezas, mientras que lo autoritario por decreto esconde las miserias. El precio de mostrarlas es el Gulag o algún campo de “reeducación”.

En resumen, el autoritarismo no requiere mucho esfuerzo moral ni cognitivo. La democracia sí. En tiempos de crisis, muchos prefieren el poco esfuerzo al compromiso que implica construir un sistema de libertades.

¿Por qué el clima anterior no estaría en Venezuela? Desde que la economía de la renta comenzó mostrar sus limitaciones, las manifestaciones autoritarias tomaron fuerza.

En los 90, por ejemplo, se propuso la pena de muerte y ocurrió una reacción contra los haitianos, tan fuerte fue, que Manuel Caballero afirmó que se avergonzaba ser venezolano por esa reacción xenófoba ¿Y hoy? La intolerencia que se respira en el clima político o la manera cómo se construye el otro en política, indica la buena salud del clima autoritario que hay en el país.

Tuiter puede ser un caso en donde se ve. Dejando a salvo que la red es un espacio de opinión que democratiza el flujo de opiniones y coloca a las personas de poder en un mundo alejado de los aduladores y “Yes man” que normalmente rodea a estas personas –solo les queda el “block y spam” para no escuchar opiniones críticas- para confrontar las críticas y opiniones, me resulta que desde hace meses, el clima del tuiter venezolano es cercano a una inquisición, donde la opinión y la crítica, se sustituye por etiquetas que deshumanizan o la impugnación permanente. 

Uno de los indicadores psicosociales de la “personalidad” o la “disposición” autoritaria, es el lenguaje polarizante, con frases totalizantes, el uso de superlativos, y el lenguaje despectivo. Un ejemplo es el uso de una etiqueta de opositores para estigmatizar a otros opositores, “Judenrat” o “Judenrate”, y la discusión si se refieren a un “consejo” o es “rata”. En mi opinión, pienso que el sentido no es el de “un consejo” sino llamar “ratas” a un grupo de personas. Estigmatizarlos. Deshumanizarlos ¿Qué se hace con una "rata" o que emoción produce?

En febrero de 2014 -hace cerca de un año- en una actividad de la UCAB, presenté un esquema en el cual me preguntaba ¿Veremos en el futuro movimientos nacionalistas que alaban una dictadura o movimientos neonazis? y es que me luce que la sociedad venezolana entró en una dinámica auto-destructiva, que está más allá de las aptitudes y actitudes para detenerla de la dirigencia, sea del gobierno o de la Unidad. Una política del Tánatos (sé que es un oximoron, pero...). Pienso que eso de hace un año, sigue vigente. La crisis es insoportable y no sabemos -y creo que no queremos- salir de ella bien. Por eso ese insconsciente que pulsa por la destrucción, a pesar de bellos discursos del "vamos a querernos", "hay que ser tolerantes", "el por ella", o "hay que sumar a los descontentos".  

Ahora Tánatos se manifiesta con los "Anaqueles vacíos" -no dudo que estén vacíos, lo sé, pero tienen tiempo así; algunos desde 2007, en mi caso, me toca recorrer de 5 a 7 mercados y 8 a 11 farmacias semanal o cada 15 días para comprar cosas para 3 casas, cuando antes iba solo a 4 lugares, así que nadie me va a hablar sobre "anaqueles vacíos", "colas", y pelear para conseguir algo- que más allá de la denuncia, en algunos mensajes me comunica el deseo que se produzca un 27 de febrero, el esperado por algunos "estallido social", es decir, una destrucción, para ver si "salimos de esto". La "destrucción" regeneradora y purificadora para expiar nuestra pusilanimidad e irresponsabilidad como sociedad.  

Con todo este clima ¿Por qué sorprenderse que algunos jóvenes vean en una dictadura de mitad del Siglo XX la solución a sus problemas existenciales de comienzos del Siglo XXI, dictadura que se objetivó en la representación social de Venezuela como eficiente, que hizo las obras públicas que hay en Venezuela; en la que podías dormir con la puerta de tu casa abierta; y si no te metías en política, no te pasaba nada?

Más que chotear o descalificar a estos jóvenes, que tornen hacia una dictadura debe preocupar, pero es un formidable reto que nos lanzan a quienes no creemos en formas autoritarias de gobierno. El reto de ofrecer certeza y la posibilidad de un construir un proyecto de vida. 

¿Estamos a la altura del reto?    

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