De la pluma del periodista Pedro
García Otero, El Universal publicó el día 31-5-15, una entrevista al bisnieto de Gandhi, Tushar Gandhi, quien dirige la Fundación Mahatma Gandhi, y vino a
Venezuela al estreno de una película que toca la cultura de la India desde la
perspectiva de venezolanos.
Hay varias cosas qué comentar
sobre la entrevista, pero me concentro en una, que me parece una lección para
la Venezuela de hoy, en donde muchos dirigentes políticos exhiben, no la
humildad y simplicidad de la que habló Bápu, sino impaciencia y arrogancia.
García Otero hace una aguda
pregunta a Gandhi. Le interrogó sobre si la baja tasa de homicidios en la India
se debe a que esa sociedad internalizó la no violencia que promovió su
bisabuelo. Transcribo buena parte de la respuesta de Tushar Gandhi, porque encierra
varios mensajes:
“(…)Mahatma entendió lo que le estaba faltando a India, a la sociedad
de ese tiempo y lo asumió, sin compromisos; Gandhi no se antojó de ser un
líder. Él hizo lo que pensó que la gente necesitaba. Muchas veces, los líderes
hacen lo que quiere la gente, aunque sepan que está equivocada, porque no
quieren perder su apoyo. Gandhi era un verdadero líder porque no estaba
gobernado por sus seguidores. Cuando percibía que sus seguidores estaban
equivocados, se detenía.
“En 1921, mientras predicaba la no violencia, hubo manifestaciones
pacíficas, pero en un pueblo al Norte de India, sus seguidores atacaron una
estación policial y mataron a todos los policías de esa estación.
“Bápu detuvo todas las manifestaciones. Todo el mundo cree, incluso hoy, que
si no hubiera detenido las manifestaciones, India hubiera sido independiente al
año siguiente, y la Independencia tardó otros 25 años. Gandhi señalaba que no
quería la Independencia bajo los métodos equivocados. Para él, el método era
tan importante como el resultado; el medio, tan importante como el fin.
“Muchos líderes encuentran atajos y hacen acuerdos, porque creen que lo
importante es el fin; muchas veces, el fin es importante para ellos, no para la
gente”.
¡Cará…..Gandhi esperó un cuarto
de siglo para lograr la independencia de India, cuando pudo lograrla en un año,
pero no cedió a la tentación de los atajos, porque los medios son tan
importantes como los fines!
Si Gandhi hubiese vivido en la
Venezuela de hoy, seguro lo crucifican como “colaboracionista”, “Chamberlain”, o
“beato”, y le hubiesen gritado que “Bolívar no esperó”. Indudablemente, no está
entre los tipos “arrechos”, “burda e’zumbaos”, o del “malandreo”, prototipos
políticos de la Venezuela actual y también del pasado. “En Venezuela la ignorancia
nos hace audaces”, escribió Antonio Paredes. Y la cultura o sapiencia, no es
precisamente lo que caracteriza a nuestras elites o grupos con poder.
Por supuesto, no creo que Gandhi
haya dicho “voy a esperar de forma pasiva” o haya pensado de antemano, “voy a
esperar 25 años porque la independencia de la India se logrará solo con esperar”.
Que no haya sido así, es lo que hace interesante la lucha de Gandhi y a él,
como figura inspiradora en la lucha no violenta, que no es responder una
agresión con una moneda asimétrica pero igual –como una barricada o guarimba-
sino como plantea Luther King en su My Pilgrimage to Nonviolence (1958), la
lucha no violenta.
Curiosamente, el significado de
guarimba es refugio o guarida, mientras que la lucha no violenta no es “un
refugio”, sino –al seguir otra vez al doctor King- es una resistencia tan
vigorosa como la de quien usa la violencia, solo que se hace a través del amor
y no de la rabia, del odio, de la frustración, o “de las facturas por cobrar”.
Seguramente a Gandhi le dijeron
que “no se podía esperar” y que “la sociedad no aguantaba más”, pero el líder
hindú sopesó el país independiente que quería su pueblo, y dio una muestra de ética de la
responsabilidad. Pudo promover la independencia de la India en un lapso más
corto ¿Pero a qué precio y –lo más relevante- cuáles consecuencias para el
futuro?
La pregunta del colega García
Otero al bisnieto de Gandhi sugiere que sopesó el futuro. Si esta asociación es
válida, pudiéramos traerla a Venezuela y afirmar que “no saber detenerse” en el
sentido gandhiano, puede explicar la subida de la violencia en Venezuela. Tal
vez querer todo por la fuerza y ya, sea causa de la violencia delincuencial y
pre-política o incipientemente política que hay en nuestro país, al modelar una
lucha política violenta. Si así pasa en la política ¿Por qué un choro no va a
repetir el patrón? Si el lenguaje político venezolano es tan degrarado ¿Debe sorprender el incremento de la violencia?
El sacerdote Alejandro Moreno
sugiere que a partir de 1998, la violencia delincuencial en Venezuela toma una
pendiente positiva ¿Crecimiento natural o modelaje del mundo político al mundo
delincuencial?
Con su “saber detenerse”, Gandhi
también muestra que “no saber esperar” es lo opuesto a la política. El promotor
de la no violencia pudo “detenerse” 25 años porque confiaba en las capacidades
y habilidades políticas del pueblo de la India, mientras avanzó y trabajó hacia una
independencia con menos heridas políticas.
Cada país tiene su historia. La
nuestra no es gandhiana. Más bien buena parte de ella está marcada por los
atajos, las aventuras. Guerra, prisión, y destierro, como escribió Ramón J.
Velásquez.
Pero la historia no tiene por qué
repetirse igual. Puede ser diferente. Construir, convencer, hacer, ser
alternativa, lo que supone visión, responsabilidad, trabajo, y no ceder al
atajo o que este esfuerzo sea abortado por tirar una parada, la cual siempre será y
tendrá una buena excusa de y para la historia.
La Venezuela de hoy no es la de
Cipriano Castro, la de Gómez, o la Medina, aunque las elites se empeñen que sí,
para repetir el mismo patrón: guerra, prisión, y destierro, o el atajo. El
círculo vicioso una y otra vez. Círculo que fue roto por la apuesta
institucional de 1958, pero que parece generar alergia no solo al gobierno,
sino a varios en el mundo no gobierno. Para muchos es mejor el “país de” que
“el país por”.
Lo que la entrevista al bisnieto
de Gandhi me dejó es la idea del “país por”, como propiedad institucional y no
de claques o grupos, lo que supone una paciencia institucional que no sé si la tengamos, dados más bien a procrastinar.
Otra figura del calibre de
Gandhi, Nelson Mandela, tiene una idea similar. Veamos que dijo Madiba en sus
Conversaciones conmigo mismo (2010):
“Por ejemplo, en la política,
como sabes, hay temas muy delicados y la gente no suele estar dispuesta a
adoptar un enfoque que no sea popular. Si la gente dice ‘debemos actuar’, muy
poca gente dirá ‘¿tenemos los recursos?’ ‘¿estamos bien preparados?’ ‘¿estamos
en condiciones de emprender esta acción?’ A algunos les gusta dar la impresión
de ser combativos y, por tanto, no afrontan los problemas, sobre todo si se
trata del tipo de problemas que van a quitarte popularidad. Para tener éxito en
política tienes que confiar en tu pueblo, transmitirle tus puntos de vista y
expresarlos con gran claridad, con mucha educación, con mucha tranquilidad,
pero expresándolos, sin embargo, abiertamente”.
Mandela. Otro “beato” más, solo
por preguntar a la gente que dice “vainas arrechas”, si tienen “con qué”.
Madiba sopesó los deseos con lo
posible y las realidades, para tener una opinión que puede o no coincidir con
lo que es popular o la popularidad.
Siempre he pensado que la
“graduación” del liderazgo es cuando le toca ir contra la corriente –no por
gusto- cuando es momento de ir contra lo que es popular o lo que “la gente quiere”.
Cuando llegan ocasiones así, allí se ve la madera del liderazgo. Mientras se va
con la corriente, todo es más fácil: aplausos, reconocimientos, apoyos, vivas,
y pare usted de contar.
El “baremo Gandhi” no es que esté
en contra de lo popular o que sugiera que hay “que esperar” porque sí, es que
pesa lo anterior contra un fin mayor o más trascendente como puede ser la paz,
la independencia, o la posibilidad de una nación integrada de cara al futuro,
sin tantas heridas políticas. Me gusta el “baremo Gandhi”.
Cada país tiene sus problemas y
sus momentos históricos que son únicos, pero la idea de evaluar métodos y
resultados; medios y fines, son criterios universales, que trascienden casos
particulares.
En Venezuela, nuestra tradición
está alejada del “baremo Gandhi” salvo excepciones, como la segunda república
liberal democrática, pero luego del doloroso aprendizaje que dejaron los
excesos del “trienio adeco” y los intentos por derrocar a Pérez Jiménez
mediante métodos “putschistas”, como se decía en la época. Pero un aprendizaje
incompleto, como también lo muestran las heridas abiertas y todavía dolorosas,
de la lucha armada de los 60.
Nuestra sociedad valora más “el
tirar la parada” para ver qué pasa, el atajo porque es “de arrechos”. Las
consecuencias de las aventuras no importan. Hoy, salvo excepciones, rara vez
los promotores cargan con la responsabilidad si fracasa el lance. Si tiene
éxito, sobran los “doctores” para escribir la primera proclama y el primer
decreto del gobierno provisional o de transición, y otros preparan el estreno
para el posible ministerio.
Ese contraste entre métodos y
resultados; entre medios y fines, no es común en nuestro país.
Creo que fue Augusto Mijares en Lo
afirmativo venezolano, quien deja ver la tensión entre la aventura y la visión
de nación, como dos caras de la moneda venezolana, para una síntesis que debe romper con
“los conformistas y logreros que han privado en nuestra vida pública”.
Me luce que en el futuro de
Venezuela hará falta el “baremo Gandhi”. Si me atengo a lo que leo como
noticias, la realidad es que partes del país están gobernadas por poderes
fácticos. Me refiero en este caso a las bandas de la delincuencia organizada.
Los casos recientes en San Vicente (Aragua) y la Cota 905 (Caracas), son dos
ejemplos de esa realidad que está allí. Que tiene tiempo allí.
No llego a afirmar como se
escucha ahora en círculos de opinión que Venezuela es “un Estado fallido”.
En mi opinión no lo es. Tal vez Siria lo es: un territorio desmembrado, una
población desplazada, y un poder disputado y que posiblemente no tenga una
formalidad. Por ejemplo ¿Puede hablarse de unas FAN de Siria, como cuerpo
cohesionado? No lo creo.
Más cerca de nosotros, está
México. Hubo elecciones regionales, y más de una docena de candidatos fueron
atacados o asesinados en estados dominados por los carteles. Buena parte del
país fue militarizado. No escucho decir de los expertos que la nación azteca
sea un “Estado fallido”.
Más que un concepto totalizante
como “Estado fallido” –aunque popular en los círculos de la gente inteligente
de Venezuela- me agrada más la propuesta de Guillermo O’Donnell (1993) sobre la
“evaporación de la dimensión pública del Estado” que divide en tres colores:
azul (alta presencia del Estado, territorial y funcional); verde (presencia
territorial del Estado pero funcionalmente débil); y marrón (poco o nula
presencia del Estado, territorial y funcionalmente), un país.
Me parece una propuesta más
flexible y menos totalizante, que puede dar mejor cuenta de la realidad de una nación. Por ejemplo, territorialmente hablando ¿Cómo sería Venezuela? ¿Cuánto
marrón o azul? Funcionalmente hablando ¿Cuáles son las instituciones marrones,
cuáles las azules?
Por ejemplo, en Venezuela, los
lugares dominados por alguna de las 70 mega bandas que registran los expertos
en seguridad que hay en el país, son zonas marrones (ni está el Estado, ni
funciona). El bachaqueo puede mostrar zonas verdes (el Estado está, pero no
funciona). La presencia del Seniat, sugiere zonas azules (el Estado está y
funciona).
Ampliar las zonas azules y
reducir las zonas marrones va a requerir de un esfuerzo político que veo más
cercano al “Baremo Gandhi” que a “tirar la parada” o la aventura, por lo frágil
de la sociedad venezolana, a pesar que el venezolano tiene resiliencia, como
sugieren los estudiosos de la psicología positiva de la Universidad
Metropolitana. Agrego, una resiliencia también de dos caras: una positiva y otra negativa.
El esfuerzo para ampliar la institucionalidad venezolana -reto que no puede postergarse más- supondrá no privatizar sino, más bien, estatizar al
Estado, para que las relaciones sociales y el mercado puedan tener un sustento
en la esfera de la sociedad civil o del pueblo.
Lo anterior supone que la cara
que salga de la moneda que lanzó la historia, sea la cara de la visión de
nación, para que la tensión de la que escribió Augusto Mijares, se resuelva en
otro empuje creador de la sociedad venezolana, que mucha falta nos hace.
Comentarios