Conflicto TSJ-AN



El análisis del pulseo AN-TSJ que llegó a su máxima intensidad el día 12-1-16 y su resolución inicial el día 13-1-16, puede hacerse en dos niveles: institucional y político.

En el plano institucional, el conflicto y resolución inicial, pueden dejar una balance favorable, si aprendemos la lección.

Como argumenté en la entrada del blog “Instalación de la AN 2016-2021”, la pugnacidad y el conflicto buscan sus equilibrios, y se define el modo cómo el gobierno y la oposición se van a relacionar, ahora que la Unidad es mayoría dentro de uno de los poderes de la República, quizás el poder más importante, porque representa a todo el país.

De manera que este conflicto entró en esa gran dinámica de lo que podemos llamar la “tracción política”, y todo lo que contribuya a que la política fluya dentro de canales institucionales, es bienvenido.

La sesión de la AN del 13-1-16 transcurrió sin contratiempos, y la pugnacidad sucedió dentro de la dinámica parlamentaria (que muchas veces es pugnaz). Que el país pueda llevar sus conflictos –insisto: somos un país fracturado, y no una sociedad “unida”, pero “los malos nos dividieron; salgamos de los malos, y seremos felices”- es sano para el funcionamiento político de la nación. Que el conflicto político se haga agonal, no debe ser visto como una claudicación o “que la gente se acostumbró”.

En Letras Libres leí un provocador análisis sobre el “SOTU” que Obama ofreció el día 12-1-16. El último de su Presidencia. El análisis elogiaba a Obama porque su discurso estaba alejado del cálculo político, y más centrado en sus valores.

Esto lo tomo porque estimo que el objetivo político fundamental en la Venezuela de hoy, es lograr que el conflicto transcurra dentro de reglas. Reglas, además, que son inéditas. La situación política es otra. Esto puede parecer de Perogrullo, pero la paz en nuestro país tienes menos aliados de lo que parece. Es más fácil hablar de la paz, que hacer la paz. Por una razón política muy sencilla: si hay paz, si el país se normaliza en algo, eso implica que los adversarios se reconocen, y algunos grupos quieren que eso no ocurra, no solo porque sus proyectos son excluyentes, sino porque en esta crisis, han logrado un poder que no quieren ver disminuido.

Ver a una AN sesionando como lo hizo el 13-1-16 –la bancada de la oposición llevó su propuesta de ley acerca de la propiedad en los urbanismos de la GMVV; la bancada del GPP trajo los retratos de Bolívar y Chávez, para rechazar lo que consideran un agravio; o que se toquen temas necesarios como la situación de las universidades públicas- de forma normal, puede no gustar a cierto clima de opinión y factores de poder, porque supone diálogo y reconocimiento, así no se diga formalmente, y eso ayudará en el tiempo a reducir el incordio. Necesario, si como sociedad queremos avanzar.

De manera que es poco lo que se puede agregar o decir. Venezuela ganó institucionalmente al atajar el conflicto, y todo lo que sume a la “tracción política” para que tenga su propia dinámica –que será pugnaz- al menos en mi caso, lo apoyo. La paz bien lo vale, la paz completa, no la “paz de Pozo Salado” -que es la paz hacia donde ciertos actores políticos nos quieren llevar en el mejor de los casos- de la que escribió Caldera en su libro Los causahabientes.

El análisis político es más complicado, y tal vez más polémico, dependiendo de dónde se ubique la persona que lo lea. Trataré de ser lo menos controversial posible.

El punto político genera debate: en ausencia de contrapesos efectivos –el TSJ responde a los intereses del gobierno, las FAN participaron en un acto partidista del gobierno el día 7-1-16- ¿Tiene la oposición la fuerza para desafiar al gobierno o hacer su punto frente a la vulneración de la voluntad popular (sentencia del TSJ de fecha 11-1-16, por ejemplo)? No es si tiene el derecho a su favor, sino la fuerza ante una arbitrariedad. No es solo un asunto jurídico, sino de poder político.

De otro modo ¿El 6D se ganó una elección o fue el día en que “cayó el Palacio de Invierno”, el bunker del Führer, algo como que “Tachito” Somoza dejó el poder en Nicaragua, o fue un 23-1-58?

De otra forma: qué va mejor para los objetivos de la oposición ¿Buscar un conflicto cuyo desarrollo será incierto, o reforzar y avanzar en lo logrado el 6-12-15?

Me parece que la oposición se comportó hasta el 13-1-16 como si hubiese caído el bunker del Führer. Si ese era el caso, está bien –igual, yo no lo haría- tumbe todos los retratos y estatuas que quiera (como pasó en Venezuela, a la muerte de Gómez y a la caída de Pérez Jiménez).

Pero si lo que ocurrió es que se ganó una elección, muy importante, además ganada contra muchos obstáculos; y pasa lo que muchos llaman “transición” –tampoco creo que sea eso lo que suceda, pienso que el pueblo está en el “largo camino hacia la alternancia en el poder”, y al gobierno de Maduro lo veo como una “democracia delegativa” de tipo corporativa, para tomar prestada la expresión de O’Donnell- hay que comportarse, entonces, como en una “transición”. La primera regla en una “transición” es no fanfarronear. Hacerlo, tiene un costo político alto. Quien fanfarronea debe cumplir lo que dice. El que se siente amenazado, va a responder.

Por eso no me parecen oportunas las expresiones que si “el gobierno cambia o lo cambiamos”, “en 6 meses daremos una solución constitucional para la salida del gobierno”, “si el gobierno se convierte en un obstáculo, el pueblo lo cambiará”, porque son desafíos que activan la amenaza y la respuesta. Que el gobierno no necesita de excusas para cometer arbitrariedades, no es motivo para "ponerla de bombita". 

Más sencillo hubiese sido decir la misma noche del 6D “anunciamos que el próximo paso es una consulta de X tipo, para conocer la opinión del pueblo sobre la permanencia del gobierno”, o “la MUD se declara en sesión permanente para tratar este tema, y en una semana informaremos al país cuál vía para que el pueblo se pronuncie sobre la permanencia del gobierno”. Al menos, es algo claro. El mandato del 6D fue para tomar decisiones claras, no para seguir en la agonía política, que eran los escenarios intermedios (en los que estaban mis pronósticos; mayoría de votos para la MUD, mayoría mínina de escaños para el GPP). Los electores se obstinaron de la agonía política, y votaron por una situación política para decidir con claridad, sin tantas condicionantes, que si "cambias o te cambiamos".

No sé mucho de “transiciones”, pero de lo que sé o recuerdo, no hay nada como desafíos al gobierno que se quiere cambiar o que dejó el poder. La tan citada “transición española”, no recuerdo desafíos de Santiago Carrillo, por ejemplo. El comunista reconoció a la Monarquía y el PCE fue legalizado. Es decir, una negociación política. Que eran Carrillo y Suárez, dos políticos de nivel, bueno, perfecto. Veamos otros casos.  

También se habla mucho de la “transición chilena”. Está bien, Pinochet reconoció los resultados del plebiscito de 1988, y no se puso como el PSUV luego del 6D. Pero Pinochet se aseguró provisiones post-plebiscito para garantizar su poder: senador vitalicio y Comandante del Ejército, hasta 1998. No recuerdo que Aylwin o Frei lo hayan desafiado como Presidentes de la “transición”. No sé si dijeron, "En 6 meses, daremos una solución para que Pinochet deje de ser Comandante del Ejército". La sociedad chilena tuvo que lidiar con lo que representó el general, hasta su muerte en 2006 (todavía lidia con “su legado”).

Tampoco recuerdo que Mandela como Presidente haya desafiado al Apartheid. Perfecto, le tocó de contraparte un caballero como De Klerk, pero fue Mandela quien pidió dialogar, y lo hizo en 1985 en carta enviada a alguien no tan caballero, cuyo apodo era “El cocodrilo”: P. W. Botha.

En Venezuela, Betancourt gobernó con la constitución de la dictadura de 1953, entre 1959 y 1961. 

En un extraordinario libro publicado cuando Rómulo cumplió 50 años de vida política (en 1978), Multimagen de Rómulo –es un libro de poco texto, y muchas fotos de Rómulo en diferentes facetas- en la parte de su relación con las FAN, no aparece nada como un Betancourt que “si los milicos” o cosas de esas, sino a un Rómulo que se metió en la piel militar –saludando con aprecio a un Policía Naval, encaramándose enfluxado en un tanque, “esas vainas de Rómulo”; con la mirada de satisfacción y aprecio del tanquista- y por eso tal vez pasó del “odiado Betancourt” para las FAN de 1958, al respetado Comandante en Jefe de 1964, cuando recibió una emotiva despedida de su Casa Militar y de las FAN, a pesar que le tocó enfrentar 11 intentos armados para desalojarlo de “la silla”, algunos muy violentos como El Porteñazo (En 1962. Héctor Rondón de El Nacional ganó un Pulitzer, por la foto que le dio la vuelta al mundo, del Subteniente del Ejército Rivero Sanoja, agonizando en brazos del Padre Padilla, Capellán de la Basa Naval CA. A. Armario, en La Alcantarilla), y Betancourt no era "ninguna perita en almíbar".

Lo anterior es historia. Seguro. Pero hoy ocurre una “transición” en “vivo y directo”: Myanmar. El partido de Daw Suu –“La dama”, en la película; quien en 1992 recibió el Premio Simón Bolívar- ganó en noviembre de 2015 las elecciones parlamentarias de su país, con un valor cercano al que logró la MUD el 6-12-15: 57% y el 77% de los escaños del parlamento de Myanmar.

Hago seguimiento a esta “transición”, porque es interesante y porque el liderazgo de Daw Suu me parece se ajusta mejor a los retos del Siglo XXI.

Hasta donde he leído, no registro ningún desafío de Daw Suu a la poderosa “junta” de ese país. No dijo que había que cambiar el sistema parlamentario, por medio del cual los militares designan a dedo, el 25% del congreso de esa nación, por ejemplo. 

En Myanmar, hay algo como una "ANTV". A Daw Suu le preguntaron acerca de eso, y respondió sencillamente algo como, "Que la opinión esté toda concentrada en medios del Estado, no es bueno para la democracia".

Más bien, se reunió con los militares. Los mismos militares que asesinaron a tiros a su papá, los que la chantajearon con el cáncer terminal de su esposo, quienes le robaron la elección que ganó en 1990, quienes la encerraron entre 1988-2010, quienes promovieron que fuese inhabilitada de por vida –ella no puede ser Presidenta de su país, aunque gane- y quienes le fregaron la relación con sus hijos. Se reunieron. Créalo o no. Los rumores dicen que acordaron promover la “transición” en la nación asiática. El acuerdo –se dice- fue firmado sobre un billete de ese país.

Lo que quiero decir es que –al seguir la lógica de C. Schmitt- si se sigue la retórica de cierta oposición que plantea todo en términos suma cero, entonces, lo que hará política es la decisión para definir al “enemigo”. Así las cosas, solo queda actuar. Ni la sociedad venezolana, el gobierno o la oposición, tuvieron estómago entre el 11-12 de enero de 2016, para embarcarse en una crisis incierta. Tal vez el gobierno mostró algo más de riesgo, que tampoco debe sorprender. 

Quienes en redes sociales obstinadamente tratan de convencernos que "sí tienen estómago" frente al resto -nosotros, "los débiles"- no fueron capaces de ir más allá de escribir tuits. Ni siquiera pudieron organizar como un relámpago, un conversatorio para explicar por qué la sentencia no debía acatarse. Eso que muchas de esas personas, representan intereses muy poderosos. Por falta de recursos, no fue. 

Si no hay estómago para la distinción schmittiana “amigo-enemigo” ¿Para qué insistir en eso? ¿Sólo para complacer una opinión que lo quiere es manifestar su frustración por tantos agravios, en la espera mágica de la "crisis terminal" que produzca la también mágica "transición"? ¿Es esa la responsabilidad política, incluso en modo de Razón de Estado? ¿No se supone que no es para satisfacer agravios personales, sino razones de mayor vuelo, del Estado?

Los ejemplos previos muestran que una condición para una “transición” exitosa, es la humildad, es tragarse el orgullo. Algo difícil de hacer en una sociedad como la venezolana, acostumbrada a aplastar. Pero no seamos dramáticos: tal vez ser prepotentes, pero poco serios, hoy sea un factor de estabilidad para evitar hechos violentos. Ese sentido de supervivencia de las elites –al final, están muy bien, aún con una inflación de tres dígitos- que evita que “la sangre llegue al río”. Me gustaría que fuésemos más serios, menos fanfarrones, y más arriesgados cuando se trata de ser consecuentes con una decisión tomada, pero que no lo seamos, quizás sea mejor. Posiblemente, es lo que haga posible, a largo plazo, que nuestra sociedad pueda hacer las paces consigo misma.

Quizá la lección del 11-12 de enero de 2016 sea esa: desafiar y al mismo tiempo, pretender una “normalidad institucional”, no es posible. O es una, o es otra. A los venezolanos nos cuesta decidir, pero esta disyuntiva exige una decisión.

Que la oposición haya optado por desincorporar a los diputados de Amazonas, me parece una decisión prudente. No sé si sea buena o mala. No es una decisión con la que uno se alegre o no, aunque la hubiese tomado de estar en los zapatos de quienes dirigen la política de la oposición, pero en política, porque mantiene la majestad de la AN, y ofrece a los diputados que se desincorporan, maniobra política. Pero la reputación es importante, como saben los políticos profesionales.

Si al final se iba a aceptar la sentencia del TSJ ¿Por qué el desafío? Pudiste acatarla, y al mismo tiempo ser muy corajudo en tu parte jurídica, si fuerza era lo que había que mostrar, pero arriesgaste tu posición política en esa acción que todavía no tengo claro los beneficios. Pudiste, incluso, tener una acción para disuadir al gobierno o intentarlo.  

Por ejemplo, con el tema de “los retratos”, el esfuerzo de la oposición para dirigirse a las FAN, se vino al suelo. A lo mejor no interesa tener una política militar, bueno, está bien. Tampoco tengo claro el desafío en cuanto a su articulación. Por ejemplo, con la carta de Almagro, quien es un “check and balance”. Preferiría que no fuese así –que los venezolanos podamos resolver nuestras diferencias- pero ese contrapeso de la OEA hace falta, pero la carta de Almagro vino luego de lo que la AN dijo.     

Considero que el gobierno mostró mayor articulación y capacidad de respuesta que la oposición en este lance, y logró poner su punto (acatar la decisión del TSJ). En poco tiempo cuando salió la crisis el 11-1-16, puso a 4 figuras importantes a actuar de forma simultánea: en el ataque, Héctor Rodríguez; para presionar, a Cabello; y los “canales de comunicación” seguramente con Maduro: Istúriz y Cilia Flores. En cambio, la directiva de la AN dijo algo el 11, y lo volvió a hacer el 13-1-16.

Por cierto, llama la atención cómo Cabello atrae a los periodistas en la AN. Los "tacos" lo persiguen. Me luce que Cabello ya es nuestro "Donald Trump": siempre dirá o hará algo que será noticia.

El gran reto para la Unidad de cara al futuro, es ponerle límites al gobierno, porque éste se creerá triunfador y seguramente va a "cobrar" la decisión del TSJ del 11-1-16. El riesgo es ¿Si arriesgaste tu posición una vez, porqué no arriesgarla otra vez, si te vuelven a presionar? ¿Cuál es el límite?

La oposición brilla cuando toma el camino institucional, de las elecciones: fue muy competente para ganar el 6D, algunos de sus diputados relumbran en las sesiones, el pueblo los recibe con cariño, y muestran lo mejor de sí.

¿Qué eso supone ser “débil” o tener una “AN boba”? No, la AN debe cumplir con sus funciones, pero debe tener su hoja de ruta, y pensar su estrategia de forma responsable. Insisto en que la tarea de la nueva AN es ser cuerpo vivo, no un simple edificio, que la inercia no se la coma.

Que esa normalidad en el parlamento se retome –que será conflictiva- apuesto a que cae bien en la gente como uno: no es el Maidan o las tesis importadas de “la calle”, sino la "épica de la democracia": con el voto, otorgar el poder a un grupo político determinado para que haga su trabajo. Si la oposición se perfila como alternativa, me atrevería a apostar que el pueblo le dará el poder para ser gobierno en 2018 (o antes, si quienes empujan la tesis de la salida del gobierno antes de su lapso constitucional, que perfectamente pueden intentarlo en el marco de la carta magna, tienen éxito), sin drama, aunque las diferencias con el gobierno y el conflicto, seguirán en el nuevo gobierno.

Si las horas de tensión que vivimos entre el 11 y el 13 de enero de 2016, ayudan a que el conflicto tome cauces agonales y no existenciales, pueden ser una lección de política que nos ayude a crecer como comunidad. 

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