El paro nacional


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Andrés Velásquez propuso a la oposición considerar hacer un paro nacional para “canalizar el descontento” hacia Maduro y su gobierno. No es la primera vez que esta idea se propone o se ejecuta. Se recuerda el paro petrolero de 2002 y más reciente, el llamado a “huelga general” hecho el 23-7-17 en el marco de las protestas de ese año, que terminó en un “paro cívico” de 48 horas. 

No estoy a favor de un "paro nacional" porque no comparto esa forma de lucha. Es la Venezuela leninista. También, porque es una iniciativa “que se decreta desde arriba”, y la oposición no tiene la fuerza para convocarlo. No la tuvo en 2017, menos la tiene ahora, que está separada, en donde cada movimiento está en lo suyo, sin ningún centro de coordinación parecido a la Mesa o la MUD, que no está operativa, de acuerdo a lo dicho por Ramos Allup para justificar su separación de la alianza. 

No obstante, la propuesta de Velásquez pone de bulto el problema de la oposición ¿Cómo se inserta en la política, cómo ser eficaz, cómo hacer que las cosas pasen? Por la evolución de los hechos, parece que ya el problema de la oposición no será si se une o no –que es un asunto importante, pero que hoy se ve lejos- sino qué hace, cómo se inserta en la política, cómo lograr tener eficacia, cómo puede hacer cosas, cómo ser relevante, en definitiva. Y esto porque la política se mueve: el gobierno hace cosas, y apunta a que habrá una o varias elecciones. La MUD debe decidir si participará o mantendrá su política de no hacerlo hasta tanto hayan condiciones. Lo que se plantea no es nuevo: decidir para ver si la Mesa tiene relevancia desde el punto de vista político, o arriesgarse a quedar de lado en la evolución política que ocurre, por la fuerza de los hechos. 

Este es el verdadero problema de la oposición, y no un paro nacional que compense las expectativas no realizadas sobre el “cambio del régimen” (o su crisis), que traería la abstención. Nada de eso se cumplió -y no iba a cumplirse- y la oposición no tiene ninguna fuerza para hacer que las cosas pasen. Tiene que volver a construirla. Las expectativas en la “comunidad internacional” también se difuminan. Chile, y ahora Argentina, plantean que el conflicto político “debe ser resuelto por los venezolanos”. Salvo que Almagro y Pence logren apoyo para sus planteamientos –una acción de fuerza para sacar a Maduro o para promover la “fractura de la coalición dominante”- lo que parece venir del mundo internacional son los largos tiempos de la diplomacia. No habiendo funcionado la abstención, la oposición se quedó sin iniciativa política ¿Cómo recuperarla? Es el tema. 

De forma individual, hay iniciativas. La AN busca la política, veremos si tiene constancia y no es derribada por la opinión extrema. PJ busca meterse en los “problemas de la gente” con su bancada parlamentaria. Por ejemplo, Olivares con el tema de la salud; Guerra y Paparoni con el asunto económico. AD está en una línea similar, por lo dicho por Ramos Allup el día 5-7-18. Machado relanza su imagen al denunciar que el gobierno la quiere detener, y adoptó un perfil ya no de franelas de Vente, sino de taller como “Mujer de Estado”. LCR con la propuesta de “paro nacional”. La Concertación para el Cambio mantiene buscar la política a través de los espacios electorales (política con la que estoy de acuerdo, aunque el llamado de la Concertación, sus voceros, y sus propuestas lucen muy flojas, muy "politics as usual"). 

Todas estas iniciativas son a mediano y largo plazo. La propia dinámica política hará una “selección natural” de cuáles quedan y cuáles no. La tesis del “paro nacional” tal como planteó Velásquez, no sobrevivirá, no tendrá éxito si se da. 

Más que un “paro nacional”, habría que dejar que la sociedad salga de su letargo, que busque su propio centro político. Hoy muchos descubren algo obvio desde hace mucho tiempo, y que debió ser la meta de la oposición una vez ganada la AN en 2015: sin organización interna, no hay "presión internacional" que valga, salvo que sea la "solución Pence". Es lo que debió hacer la AN desde enero de 2016: representar los intereses de la sociedad para organizar un gran movimiento o una gran corriente de opinión para tener fuerza, y poder negociar con el gobierno o desafiarlo con posibilidades de éxito. Incluso, seguir el calendario electoral le hubiese dado a la oposición respaldo dentro de las FAN. Pero en vez de hacer eso, la AN se dedicó a sacar cuadros de Chávez, a pelear con los periodistas de ANTV, y con una sargento de la GN. Acciones inútiles pero muy aplaudidas por las sociedad opositora que reclamaba en ese entonces -y parece que todavía- un desquite. Por supuesto, eso no condujo a nada bueno, y más bien, la oposición perdió toda su fuerza. Hoy está prácticamente en cero. Una evidencia, es que la política -y los políticos- desaparecieron de los medios. No hay o hay pocas noticias políticas. Todo es la crisis económica. Tanta es la ausencia de política, que cada partido ve mejor seguir por su cuenta, para ver si puede lograr algo de fuerza. 

Pero la crisis venezolana y la hiperinflación han generado algo positivo: nos han igualado a todos en la miseria, en la carencia, en la escasez, en la no posibilidad. Han borrado diferencias políticas y de clase, y generado una discreta solidaridad inter-grupal. Las protestas de los universitarios y del sector salud pueden abrir el camino para movilizaciones sociales más amplias, siempre y cuando esas protestas sean bien llevadas y salgan del guión tradicional de las protestas venezolanas: son cooptadas por grupos de poder, pierden su esencia reivindicativa, y terminan siendo plataformas para llamar a “sacar gobiernos”. Tal vez por eso los paros no han funcionado. No sólo son “decretados desde arriba”, sino porque su propósito es sacar un gobierno, cual "Manual de Ucrania" que se siguió en 2017. Si el objetivo es sacar un gobierno, es otro departamento: tener una política para conspirar y conspirar de verdad, verdad; crear un movimiento armado, promover grupos de choque urbano, o cabildear de forma silenciosa en la región, para que apoyen la “línea dura” de Pence, y construir con Almagro y otros poderes, el casus belli para sacar a Maduro y a su gobierno. Así se expulsa un gobierno por la fuerza, pero no aprovechando protestas de sectores muy golpeados por una crisis, o criticarlos porque piden mejoras salariales y no "el cambio del sistema". Si esta lógica se impone, se volverá a fracasar como en 2017: se antepone una receta a la política. Ojalá que no, y más bien sean los grupos sociales -ahora que hay ausencia de política y de políticos- que se organicen y articulen agravios e intereses, para ver si los políticos pueden actuar con mayor visión y responsabilidad que en el pasado, y sean eficaces. 

Como no creo en esa vía de "choque", me parece más eficaz lo que hacen los trabajadores de la salud y universitarios. En primer lugar, son protestas de abajo hacia arriba, no son “decretadas” por algún partido, movimiento, o dirección política. En segundo lugar, salvo excepciones, se mantienen en lo reivindicativo, no en “sacar gobiernos”. Esto me parece crucial, y ojalá se mantengan así ¿Por qué? 

Otro problema esencial de la oposición es que no tiene legitimidad de cara al pueblo. El gobierno de Maduro no gusta, pero el descontento no significa ser de oposición o que se canalice por allí. La sociedad aprendió y aprende a llevar una vida dura, con autonomía de la política, tanto de la del gobierno como de la oposición. Es un poco el clima de “cada quien resuelve sus problemas”.

Para la oposición, el punto es cómo vincularse al pueblo. La mejor vía es construir ese vínculo desde la calle -pero la calle como representación no como espacio para el choque- desde las protestas por los problemas reales de las personas. Es abrazar el sufrimiento de verdad, no relatarlo por twitter. No es tuitear sobre “los miles que sufren todo los días” como frase para reducir la disonancia que produce dos cogniciones que chocan –solidaridad y comodidad o indiferencia- sino vivir como uno más, el calvario que día a día vivimos los venezolanos. Es ser uno más en esta dura existencia. Meterse a fondo en las carencias que se viven en los estados, que se ven menos en Caracas. Empotrarse en la crisis. Por eso que se acompañe –que no es cooptar o apropiarse- las protestas es lo correcto para ganar legitimidad de cara al público. La iniciativa de la AN de "proteger y mediar" las protestas es interesante si rompe el guión tradicional (cooptar, capitalizar, y olvidar). El cambio sería que el pueblo realmente sienta que la AN está con su dolor, solidario de verdad, con una propuesta, y no en el rol de "lástima hacia el pueblo" o "pobrecitos los pobres". Asumir lo popular con criterio de representación, y saber cuándo se pasa de la mediación a la eficacia. 

Si hay éxito, la oposición tendrá fuerza política de abajo hacia arriba, y tendrá que cavilar qué hará con esa fuerza, al final: dialogar, elecciones, o una acción de fuerza para desalojar al gobierno. Si ocurre la esperada por muchos en la oposición, “fractura de la coalición dominante”, ésta será un producto, una consecuencia, un resultado de una estrategia política, y no un fin en sí mismo, una estrategia en sí, o una receta como es ahora. Tal vez por esto, su trágico fracaso desde 2014 cuando se inició su empleo. 

Tal vez la crisis genera una nueva forma de protestas y de sujetos que protestan. Como expresé, no hay política, no hay políticos o noticias sobre política, pero la sociedad protesta con sus medios, con sus carencias, con sus fortalezas, y lo hace bien hasta ahora. Ojalá siga así, y salga un nuevo paradigma para la protesta, que sean focalizadas y serias -no lo de siempre, "parar un peo" para ver si se produce la "implosión" que tumbe al gobierno- para superar la vieja escuela leninista -que emplean "progres" y "libertarios"- que no trajo nada bueno para Venezuela, ni antes ni ahora. Al fin y al cabo, Lenin organizó desde Petrogrado una estructura para un paro y un choque, pero ¿Cuál estructura en Venezuela? No hay. 

Es posible que con estas protestas, surja un verdadero estilo no violento de lucha con sus sujetos políticos, que lleve el conflicto hacia su desembocadura natural: una elección o un diálogo, pero en condiciones de fuerza, para sustituir al gobierno o para definir un mecanismo de coexistencia de dos proyectos antagónicos, pero crear instituciones para el antagonismo, que sean eficaces, produzcan gobernanza. Algo como el Chile post plebiscito de 1988, que creo la mejor alternativa para abordar el conflicto político de Venezuela.

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