Se mueve el piso de las estructuras en Venezuela

 


Desde hace tiempo no publico en el blog un análisis sobre encuestas de opinión. Honestamente no lo he hecho, porque los estudios están muy "goteados". No sé si porque se hacen pocos o se controla más su difusión al público. 

Hay otro motivo que pesa: los errores de las firmas encuestadoras y de quienes las analizamos para hacer pronósticos.  El público, con razón, desconfía de los estudios y de los analistas ¿El resultado? Ya las encuestadoras y analistas no tienen la influencia del pasado. 

Finalmente, porque la lucha política, al ser ahora existencial -"no hay prisioneros de guerra"- hace que firmas antes elogiadas, hoy sean criticadas. El caso para mi más visible es Datanálisis. En un tiempo no lejano, muy elogiada por el público opositor. Hoy, cuestionada por ese mismo público.

Todos estos motivos llevaron a que dejara de hacer análisis públicos de sondeos de opinión. Sí los hago para los trabajos de la oficina. Además, como he fallado en varios pronósticos, antes de analizar, quiero precisar las fuentes de mis yerros. Todavía no las tengo del todo claras. Pero voy a hacer un análisis. 

Como persona que analizo estudios, tengo un método para hacerlo. En primer lugar, tengo una firma encuestadora que es ancla, benchmark; para tener los mismos vectores y variables en el tiempo. Es decir, que en el tiempo, tener controlada la variable "encuestadora" y homologadas sus fichas técnicas. La idea es reducir las fuentes de variación para poder explicar mejor el comportamiento de la opinión pública. Siempre sugiero a personas y clientes, buscar una firma de su preferencia, y que sea el ancla.

Lo anterior supone tener una base de datos de esa firma en el tiempo, para comparar. Para un buen análisis, hay que sentir a los números. No solo son abstracciones, hay que hablar con ellos. Y la mejor forma, es el contacto permanente con una encuestadora. Convivir con sus números, sentir sus tabulados, empaparse en sus cuadros, mojarse con sus estadísticas, para que el cuestionario hable. En un buen análisis, los números son los que hablan. El analista solo los sigue.

Por cierto, en este blog, tenemos una base de datos de encuestas que viene desde el año 2002. Se puede consultar desde el enlace en "Zona de descargas".  

En mi caso, mi encuesta-ancla pertenece a la firma Seijas. Tanto Félix Seijas padre -QEPD- como Félix Seijas hijo; IVAD y Delphos respectivamente, aunque en mi trato profesional, tuve más roce con IVAD que con Delphos, pero "hijo de tigre, caza ratón". 

Tener una encuesta de referencia, me permite comparar respuestas, comportamientos, y si hay alguna discrepancia, verla con el encuestador. Nunca recomiendo hacer análisis de múltiples firmas, salvo que se quiere explicar algún proceso particular. Pero debe ser la excepción. Hay que evitar mezclar "peras con manzanas".

Toda esta perorata, para decir que voy a analizar una encuesta de la firma Datincorp. No estoy familiarizado con esta encuestadora, pero me aventuro a un análisis porque algunos de sus guarismos coinciden con mi observación "al ojo por ciento". 

Al olfato, lo que percibo desde hace tiempo, es que el piso, la estructura social de Venezuela cambia. No son los guiones o escenarios fijos los que dominan. Quizás antes muchos no lo veían, pero ahora lo ven por el "terremoto político" que causan los recientes anuncios políticos, digamos, desde el documento de la CEV de fecha 11-8-20. 

Pero las señales del "terremoto" estaban allí, solo que no se vieron, porque la apuesta de los grupos era asegurar la hegemonía de sus narrativas y asumir que todo seguiría un guión, con un final determinado. Hoy sus "mundos" se tambalean, y mucha disonancia en los creyentes de la rigidez. Hoy se descubre que "la política no es lineal" y que "los actores juegan". 

Por eso me aventuro con el análisis. La firma Datincorp publicó una encuesta con 1.198 entrevistas en “dominios urbanos”, realizada entre el 1-2 de agosto de 2020. No lo voy a examinar toda, porque el informe de la firma es de 70 páginas. Me voy a concentrar en las variables que pienso apoyan mi hipótesis: hay cambios de fondo en la sociedad y política de Venezuela, que obligan a pulir el análisis. 

Datincorp tiende a confirmar lo que vemos en otros estudios de opinión: que Venezuela es, mayormente, un país de “clase popular”. Para Datincorp, en números redondos, un 50% es de clase C, un 35% de las clases D-E y un 15% de las clases A-B (Para Datanálisis en julio de 2020, la clase ABC es 12% 40% clase D y 48% clase E). Es decir, 5 de cada 10 venezolanos en teoría, tiene una condición de vida básica, posiblemente un poco más que lo mínimo; mientras que 4 de cada 10 son pobres, y cerca de 1 de cada 5 tiene una mejor situación económica que los demás grupos.

Un punto importante es medir el impacto de la dolarización en esta estructura de clases. Posiblemente la dolarización influye en que la mitad de la población urbana sea de clase popular. También pudiera explicar el conformismo que se observa. En general, la mayoría de las personas parecen tener las posibilidades de una vida quizás simple, sencilla, sin lujos, pero vivible. Los pobres llevan su existencia como la han llevado siempre en Venezuela, y el sector acomodado también, y posiblemente sea un sector que pueda tener un crecimiento por la dolarización y por los nichos que se abren. Alguien tiene que llenarlos, y aquí viene nuestro gran tema de la alianza de clases en “Maduro’s Venezuela” entre sectores locales y foráneos.

De acuerdo a la encuestadora, los “ricos” se concentran en las regiones Occidente y Andina, posiblemente por ser áreas fronterizas que mueven dinero, quizás por actividades ilegales, tal vez porque han tenido que emprender dado que esas regiones han sido las más golpeadas por la crisis, y siempre han contado con fortaleza económica por ser regiones petroleras, comerciales, y agrícolas, con fama de ser regiones de gente trabajadora.

La clase C se concentra en la región Oriental y Sur. Puede explicarse por la naturaleza de sus actividades económicas. Salvo Guayana que tiene recursos, pero agotados por la mala gestión de Chávez y Maduro, pueden ser regiones que viven del intercambio con otros países por la cercanía marítima, al menos en Oriente; las explotaciones de gas, ciertos emprendimientos de cacao y ron, la industria de la pesca que ahora exporta y son divisas que ingresan a esas regiones. Y quizás, también, las actividades ilegales como el “comercio sexual” hacia Trinidad -denunciado en medios de comunicación- y drogas, principalmente en los estados Sucre y Delta Amacuro. 

Quizás la condición de clase C es por todo esto, dado que la región Oriental en el pasado no era muy boyante, con espacios importantes de pobreza, principalmente en el estado Sucre.

Finalmente, la pobreza se concentra mayormente en la región Llanera, que también puede tener su explicación en las actividades económicas de la región, especialmente ganaderas y agrícolas que están deprimidas. Sin embargo, la clase alta en esta región es mayor a la media nacional del estudio que es 15% 

En la región Llanera un 18% es de la clase A-B. Una explicación tentativa es que la necesidad de producir alimentos llevó al gobierno a alianzas con burguesías regionales, muchas de las cuales están en el llano. Hay producción en la región, y esta cifra de la clase AB indica la consolidación de una “burguesía llanera” que hace contrapeso a las tradicionales Andina y Occidental. Incluso, según el estudio, hay más gente acomodada en la región Llanera que en la región Central, que engloba a Caracas, Miranda, y Carabobo, vistos tradicionalmente como “estados ricos”.

No se descarta en la región Llanera la influencia de la familia Chávez -son de Barinas- y grupos capitalistas que pueden estar asociados al gobierno o evaluar cuántos militares son dueños de tierras en la zona, de forma directa e indirecta, para tener un indicador de la tesis "los negocios de los militares". Lo que es un hecho es que el gobierno privilegia la región Llanera en términos de la producción de alimentos. Pensamos que en esta región está el núcleo de la “burguesía de Maduro”.

Un cambio importante es en la forma cómo las personas acceden a la información. Ahora predominan las redes sociales, no los medios tradicionales. Es un efecto de muchas cosas. Principalmente, por el control y censura del gobierno y el reacomodo en la propiedad de medios que hizo posible la salida de “TV y radios polémicas”, y ahora los medios abiertos son insípidos y las personas sienten que no informan o lo hacen poco. 

Por eso se volcaron a las redes sociales, para buscar alternativas de información. Al menos para Datincorp, sus datos cuestionan el “paradigma” venezolano que la gente obtenía su información principalmente por la TV. Ahora no. Aunque la TV y radio se emplean, la mayoría de la información se obtiene por redes sociales.

No obstante, el consumo de redes sociales se divide en función de los bloques políticos. Todos usan redes sociales, pero el bloque oficialista ve más TV abierta que el bloque no oficialista (31% a 7% respectivamente). En cambio, si bien casi la mitad del país declaró usar redes sociales para enterarse de la información, las redes sociales son dominio de la oposición y no del chavismo, 59% a 34% respectivamente.

Ahora nos centramos en dos puntos importantes: los bloques políticos y el liderazgo político.

En cuanto a los bloques políticos, la firma halló lo mismo que otras. Que, si bien predomina el bloque no oficialista (BNO), "oposición", la diferencia con el bloque oficialista (BO), "gobierno", no es mucha. En Datincorp es de 7 puntos: 32% del BNO y 25% del BO. Los “Ninguno” sumaron 41 por ciento.

Lo que une a todos los grupos es la crisis económica y, relevante, la crisis en los servicios. Esto corta transversalmente a todos los vectores políticos. Es quizá una de las pocas cosas que une a los venezolanos, no tanto las empanadas, los pirulin, las cachapas, o el aguacate (que ahora muchos descubren). Por ejemplo, que no haya gasolina une a un chavista y a un no chavista.

Se dice de las pocas cosas, porque a la hora de opinar sobre las vías para abordar el conflicto político, hay diferencias importantes entre los bloques. Casi el 40% quiere soluciones violentas -rebelión, golpe, intervención militar de afuera- y el 52% una solución electoral. Los chavistas tienden a privilegiar las elecciones (81% frente a 6% a favor de las vías violentas), mientras que los opositores las formas violentas (70% frente a 23% que prefiere elecciones).

Puede parecer de Perogrullo porque está en el poder, pero el BO luce más tranquilo, más conforme con la realidad política. Es el que favorece con más fuerza soluciones políticas y electorales. Por ejemplo, el 76% del BO quiere acuerdos y negociaciones frente al 37% del BNO. Un 25% del BNO quiere una “confrontación radical entre el gobierno y la oposición”, y solo un 3% del BO lo desea. Si bien la opinión a favor de la “confrontación radical” bajó considerablemente de diciembre de 2019 a agosto de 2020 -de 32% a 14%- quienes desean la confrontación están en la oposición. El 43% del BNO quiere una intervención militar extranjera, mientras que en el BO la respuesta sumó apenas 2 por ciento. El 81% del bloque chavista quiere elecciones como vía para salir de la crisis, mientras que en la oposición el 23 por ciento opinó así.

El problema que tiene el chavismo no es tanto dudas con respecto a su doctrina o desagrado con los problemas del país, que hay de lo último. Su molestia apunta al liderazgo, a los dirigentes del gobierno y del PSUV. En la pregunta sobre la confianza en los liderazgos políticos del país, el 62% de los chavistas expresó tener “poca confianza”.

El chavismo se siente leal, pero no contento con sus dirigentes. Tal vez Maduro esté fuera de la evaluación, dependiendo del tipo de pregunta. Por ejemplo, el 51% está satisfecho con los resultados mostrados por Maduro como político, pero el 38% está “poco satisfecho”. 

Para el chavista, el problema son sus dirigentes. No gustan o sienten que no están a la altura de los problemas. Quizás por eso la crítica que se lee en redes sociales sobre la corrupción. El chavista puede pensar que su liderazgo es incompetente, que solo roba, y eso afecta la calidad de vida de la población. Por eso el tema de la corrupción enciende al mundo chavista, y ahora más. Quizás esto explique, por ejemplo, las acciones de Saab contra la corrupción en PDVSA, por ejemplo, y los crímenes de personas del FAES.

En el mundo opositor, el tema es más complicado porque como bloque por supuesto no está satisfecho con el momento político del país, y se decanta por una salida violenta. Las alternativas políticas o electorales tienen fuerza, pero no como en el pasado. En el mundo opositor caló la expresión, “Estos malandros no salen con votos”. 

Eso complica las estrategias y políticas porque eso no puede decirse en público -solo Machado lo dice, pero también de forma elegante, con algo que llama “OPE”- y cuando pasan acciones de armas -el 30 de abril de 2019 o Macuto en mayo de 2020- las critican o nadie las asume. De hecho, un solo diputado quien falleció por el virus, Hernán Alemán, afirmó estar de acuerdo con la operación Macuto, pero salvo la periodista Sebastiana Barráez, ningún medio le dio voz en ese tema hasta que murió, cuando todo el mundo habló bien de Alemán. Pero en el momento de la operación Macuto, todo el mundo le sacó el cuerpo y se lavó las manos. 

Entonces, el problema es algo como la cuadratura del círculo: es decir, promover una vía de fuerza, pero que no se puede decir abiertamente, pero que es la que la gente de la oposición quiere, pero si ocurre, nadie la apoya. Eso lleva a “proxis” tipo las sanciones, “amenazas creíbles”, TIAR, que no terminan de cuajar, y ahora descartadas por los EUA. Al menos, la intervención militar.

A lo anterior se asocia el gran problema actual para la oposición: que su público no confía en su liderazgo en niveles más altos que el chavismo.

Veamos. El 51% del BO está satisfecho con “los resultados mostrados por Nicolás Maduro en su desempeño como político”, y un 10% nada satisfecho. Con Guaidó, los valores son 11% satisfecho y 41% “nada satisfecho” en el BNO, es decir, dentro de la oposición. 

El 92% del BO reconoce a Maduro como presidente. Solo un 0,7% dijo que es Guaidó. En el bloque opositor, 19% reconoce a Maduro y un 41% a Guaidó. Un 28% “no reconoce a ninguno de los dos”. Pero uno de cada 5 opositor, reconoce a Maduro y 1 de cada 4 no reconoce a Maduro, pero tampoco a Guaidó. En el BO, uno de cada 10 chavista, reconoce a Guaidó como presidente. En la oposición, 1 de cada 5 reconoce a Maduro como presidente.

Llegamos a un tema -quizás el central para la oposición- que el público opositor no tiene confianza en sus dirigentes, y eso incluye a Guaidó. Apenas el 6% de la oposición expresó tener confianza en el liderazgo político en general, mientras que el 94% poco o nada de confianza.

Pudiera decirse que en el país hay una “crisis de confianza hacia los políticos” que se asemeja a la vivida en los 90's, que afecta más a la oposición. El chavismo es más cohesionado, la oposición es más crítica frente a su dirigentes.

En el chavismo, el 63% afirmó que Maduro le produce confianza (20% en el total urbano del país). En la oposición, Guaidó genera confianza en el 23% (12% en el total urbano del país).

En el chavismo, Maduro no tiene competencia. El más cercano es Cabello con 8% pero Maduro tiene 63 por ciento de aceptación. En cambio, Guaidó sí tiene competencia dentro de la oposición. María Corina Machado tiene 11,37% y Guaidó 11,96% de aprobación. Quizás por esto la “jugada” de Machado con la visita a Guaidó y la carta luego del encuentro. Machado produce confianza en el 22% de la oposición, mientras que Guaidó en el 23%

Quizás lo que ocurre dentro de la oposición, a la luz de estos números, es que se lucha por la hegemonía por el público extremo que es el que pesa dentro de la oposición. Y en esa lucha, están solo Guaidó y Machado.

Otros liderazgos lucen que deben buscar su apoyo fuera de este grupo. Por ejemplo, Capriles produce más confianza en el público “No sabe/No opina”, que es apenas el 6% del total nacional urbano. No hay mucho cómo crecer. Quizás esto explica que Capriles privilegia medidas de confianza como anunciar el cambio de situación de Requesens, para ganar confianza en el público opositor con una figura simbólica como preso político. Si logra mostrar resultados o apoyos políticos, Capriles entra en la pelea. Que puede ser el caso luego del anuncio del canciller de Turquía al tiempo que Abrams desautorizó a Machado. Esta pierde fuerza, y aquél la gana.

En resumen, con base en los números de Datincorp, mientras en el chavismo hay crítica, al mismo tiempo hay cohesión en torno a Maduro -chavistas subieron una etiqueta en tuiter que dice “Lo que diga Nicolás”- en la oposición se hace visible la lucha por la hegemonía, catalizada por la coyuntura de las elecciones parlamentarias.

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